Cuando el lagarto se despertó, el sol ya se había acomodado en la mitad del cielo.
Era muy pequeña cuando un extraño tumor empezó a crecer dentro de su cabecita. Los doctores expresaron, como es costumbre en ellos, su opinión cientifiquísima: “es un linfoma profuso en un intersticio del lóbulo parietal, es inoperable, poco a poco perderá sus facultades motoras y finalmente expirará”, concordaban todos; ella no entendía ninguna de estas palabras, pero oyendo hablar a sus padres con miles de doctores se enteró de su futuro, o sea, de su muerte.
Todos los adultos la trataban como si tuviera la peste, y ella empezó a alimentar un odio silencioso hacia ellos y hacia las máquinas de luces causantes de la pérdida de todo su largo cabello oscuro. Cuando ya toda esperanza estaba perdida y “sólo le quedaba encomendarse a Diosito” según le recomendaron esas personas mayores llamadas antes papá y mamá, ahora lejanas en su cabecita calva y trastornada, apareció el lagarto tras la puerta del baño.
Se volvieron grandes amigos, ella montaba en su lagarto y su lagarto daba vueltas alrededor del cuarto; solo cuando aparecían los padres, lagarto caminaba bajo la cama y se quedaba calladito como su amiga le aconsejó; ella estaba segura del susto de esos señores, llamados padres, al ver a su amigo, y prefirió esconderlo por el momento. Los señores entraban, la llenaban de besos y le daban de comer; la acostaban y le contaban cuentos; pero en sus rostros ella divisaba el hastío del enfermero y de una obligación dolorosa hacia ella y su amigo le contaba acerca de conversaciones sobre el día de su muerte y de frases como: “ojalá muera pronto”.
Cierto día conversando con lagarto ella le preguntó si la ayudaba con su problema y se comía por favor su linfonosecuánto profunosecómo y él prometió ayudarla con gusto.
-Acerca la cabecita a mi hocico- le dijo
Y ella acercó la cabeza; el hocico de lagarto se cerró con mucha fuerza y aplastó, deshaciendo para siempre, el “inoperable linfoma profuso del intersticio de su lóbulo parietal”. Con el pasar de los días recuperó su hermoso cabello y también todos sus recuerdos y movimientos, aunque lamentablemente aún odiaba a sus enfermeros obligados. Sus padres, sorprendidos, le hicieron mil análisis solo para descubrir la excelente salud de su hija.
Con su salud recuperada ella les contó a todos sobre lagarto, pero nadie creyó en ella, sus padres la golpeaban y la obligaban a no contar nada a nadie. Un día de estos, lleno de golpes, lagarto no aguantó más y salió de debajo de la cama con las fauces abiertas…
-Cuidado papá- gritó ella- ¡lagarto te va a atacar!
El papá dio la vuelta y no vio a nadie, pero una de sus piernas fue digerida frente a sus ojos y entre sus gritos; y así lentamente fue devorado, lo cual no calmó la ira de lagarto, pues luego buscó y engulló a la señora madre.
La niña estaba horrorizada y miró a lagarto mientras se arrastraba entre la sangre y se quedaba dormido… pasó toda la noche mirándolo, aterrada.
Cuando el lagarto se despertó, el sol ya se había acomodado en la mitad del cielo y ella lloraba sin descanso; un bocadillo mañanero, dijo mientras abría la boca y de una sola dentellada hacía desaparecer a su amiga.
Cuando fue enterrada, ni los doctores ni sus padres supieron de las terribles alucinaciones que tuvo antes de morir; solo pudieron ver su rostro convulsionado por el miedo.
lunes, enero 22, 2007
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