lunes, enero 22, 2007

El desayuno de lagarto

Cuando el lagarto se despertó, el sol ya se había acomodado en la mitad del cielo.

Era muy pequeña cuando un extraño tumor empezó a crecer dentro de su cabecita. Los doctores expresaron, como es costumbre en ellos, su opinión cientifiquísima: “es un linfoma profuso en un intersticio del lóbulo parietal, es inoperable, poco a poco perderá sus facultades motoras y finalmente expirará”, concordaban todos; ella no entendía ninguna de estas palabras, pero oyendo hablar a sus padres con miles de doctores se enteró de su futuro, o sea, de su muerte.
Todos los adultos la trataban como si tuviera la peste, y ella empezó a alimentar un odio silencioso hacia ellos y hacia las máquinas de luces causantes de la pérdida de todo su largo cabello oscuro. Cuando ya toda esperanza estaba perdida y “sólo le quedaba encomendarse a Diosito” según le recomendaron esas personas mayores llamadas antes papá y mamá, ahora lejanas en su cabecita calva y trastornada, apareció el lagarto tras la puerta del baño.
Se volvieron grandes amigos, ella montaba en su lagarto y su lagarto daba vueltas alrededor del cuarto; solo cuando aparecían los padres, lagarto caminaba bajo la cama y se quedaba calladito como su amiga le aconsejó; ella estaba segura del susto de esos señores, llamados padres, al ver a su amigo, y prefirió esconderlo por el momento. Los señores entraban, la llenaban de besos y le daban de comer; la acostaban y le contaban cuentos; pero en sus rostros ella divisaba el hastío del enfermero y de una obligación dolorosa hacia ella y su amigo le contaba acerca de conversaciones sobre el día de su muerte y de frases como: “ojalá muera pronto”.
Cierto día conversando con lagarto ella le preguntó si la ayudaba con su problema y se comía por favor su linfonosecuánto profunosecómo y él prometió ayudarla con gusto.
-Acerca la cabecita a mi hocico- le dijo
Y ella acercó la cabeza; el hocico de lagarto se cerró con mucha fuerza y aplastó, deshaciendo para siempre, el “inoperable linfoma profuso del intersticio de su lóbulo parietal”. Con el pasar de los días recuperó su hermoso cabello y también todos sus recuerdos y movimientos, aunque lamentablemente aún odiaba a sus enfermeros obligados. Sus padres, sorprendidos, le hicieron mil análisis solo para descubrir la excelente salud de su hija.
Con su salud recuperada ella les contó a todos sobre lagarto, pero nadie creyó en ella, sus padres la golpeaban y la obligaban a no contar nada a nadie. Un día de estos, lleno de golpes, lagarto no aguantó más y salió de debajo de la cama con las fauces abiertas…
-Cuidado papá- gritó ella- ¡lagarto te va a atacar!
El papá dio la vuelta y no vio a nadie, pero una de sus piernas fue digerida frente a sus ojos y entre sus gritos; y así lentamente fue devorado, lo cual no calmó la ira de lagarto, pues luego buscó y engulló a la señora madre.
La niña estaba horrorizada y miró a lagarto mientras se arrastraba entre la sangre y se quedaba dormido… pasó toda la noche mirándolo, aterrada.
Cuando el lagarto se despertó, el sol ya se había acomodado en la mitad del cielo y ella lloraba sin descanso; un bocadillo mañanero, dijo mientras abría la boca y de una sola dentellada hacía desaparecer a su amiga.

Cuando fue enterrada, ni los doctores ni sus padres supieron de las terribles alucinaciones que tuvo antes de morir; solo pudieron ver su rostro convulsionado por el miedo.