martes, octubre 30, 2007

La dialéctica del perro

¿Qué diantres me verá ese perro? Parece que me desnuda con su mirada, aunque en realidad… ¿De dónde demonios salió este perro?, ¿Existirá algún lugar, país o continente, escondido, en el cual los perros vivan felices para siempre amén, amén?; debería existir, algo así como el cielo de los perros, pero al revés, o al derecho. En India creo que los perros son sagrados y viven mejor que sus dueños, o era en Tailandia, la cosa es que los perros ahí pueden comer hasta perros calientes, para aprovechar el juego de palabras se me disculpa el latinismo. Hasta parece que piensa el animal este, y me habla, me ladra e intento comprenderlo; aparentemente los guaus de hambre son más largos que los guaus de ir al baño, pero más cortos que los guaus de enojo. A ver mijo diga guau, diga guau. Este perro voyeur ha sido filósofo o semiólogo. ¿Me habló en algún momento? Puta, creo que me inventé que habló, por que no se ha movido ni un centímetro, y así sin moverse ya me planteó un problema dialéctico. Ladrar o no ladrar,
esa es la cuestión. Perro, ergo existo. Hasta parafraseo, esto es el colmo. Perro, ¿cómo evitar pensar en la realidad del perro que, aunque es una perrogrullada, amenaza con hacerme seguir mi perrorata? Perro, perro perro. Deja de mirarme de una buena vez infeliz. Si existe algún lugar etiquetado como el cielo perruno espero que esté preparado para recibirte, nadie me mira así y se queda sin recibir su merecido.
De un solo manotazo largó el perro hacia el suelo, el ruido del cristal despedazado contra las baldosas atrajo todas las miradas, la música se detuvo y los cuchicheos empezaron a compactar ideas.
Lentamente el chico se levantó y se alejó sosteniéndose del mundo para no caer, sólo se alcanzaban escuchar palabras arrastradas por el alcohol, incoherencias que describían un mundo perfecto y, extrañamente, ladridos ahogados por un hipo incipiente.