jueves, diciembre 08, 2005

Cuento de una noche

“Cuando se despertó no recordaba nada de la noche anterior, deeeeeemasiadas cervezas, dijo al ver mi cabeza al lado de la suya en la almohada…”
Carajo, dónde estoy… que mierda, seguramente daré la vuelta y pasará lo de siempre… estará ahí el pendejo de turno…
Lo abrazaré, le diré que fue increíble pasar la noche con él, él me creerá porque los hombres que escriben demasiado son tontamente sensibles, y yo me aguantaré la risa para no evidenciarme antes de tiempo; Luego me sentaré en la cama y verá mi espalda, la cual acariciará, mmmm, para ese entonces debo haber localizado la parte que me llevaré…
Ayer fue un día diferente, maldición, no debería pasar esto, igual él pronto se irá y yo también…
Ahora recuerdo un poco más claramente…

-Espero no demore mucho el escritorcito este, ¿Cómo dijo que se llama?, ¿Carlos? ¿Dorian?... que vaina, odio esperar.
-No creo que tarde mucho, hasta donde he podido dilucidar de sus textos es un hombre muy puntual.
-Es solo otro hombre y ¡ya!, nada más.

-Míralo, ahí viene… bueno, por lo menos no vino solo, que perfecto par de enclenques… asumo que el moreno es el dizque escritor ¿no?
-Si, es él, alguna vez lo vi en una foto… es él, estoy segura.
-Bueeeeno, aquí vamos, por lo menos parece que está sano…. Jajajajajaja.

Nos sentamos en una mesa, las cervezas iban y venían, y hasta donde recuerdo la conversación y el modo de moverse en la plática, del que ahora está a mi lado desnudo, me idiotizó. Se siente bien su piel en la mía… muy bien. Espero que no despierte muy pronto, no quiero decirle adiós aún. Veamos bajo las sábanas a ver que espécimen me tocó… ajá, bueno, no es de asombrarme, siempre he tenido una puntería prodigiosa para esto. ¿Porqué tuvo que besarme? Más bien ¿En qué instante provoqué y permití que me besara?... malditas y benditas cervezas.

-¿Seguiremos aquí hasta que una hipotermia nos provoque la muerte segura?- preguntó el niño escritor.
-Nooooooo, vamos a un karaoke- dije yo, con el alcohol hablando de más y la conciencia entumecida por la labia que se manejó toda la tarde.
-Siiiiiii, vamos al karaoke, ya estamos cantando mucho y a capela- dijo mi amiga.
- Bueno, vamos señoritas- concluyó el amigo del escritorcito que creo era médico.

-Déjalos que se adelanten un poco- le propuse a mi amiga. Y era prudente, puesto que estábamos en una ciudad extraña, y no quería que nos perdiéramos para nada.
-Bueno, bueno, que vayan por delante.
-¿Te gustó alguno de los especimenes?
-La verdad es que ninguno de los dos son mi tipo, aparte de eso, están muy chiquitos.
-Pues a mi me gustó un poco el escritor ese.
-Ten cuidado que es un cuenta cuentos.
-Entonces seré el mejor cuento que pueda contar.

-Listo, pidamos las canciones ¿no?, ¡Jefe!, ¡ey jefe!, ¿puede traerme el cancionero por favor?- le instó mi escritorcito al mesero del lugar.

Las canciones estuvieron a la orden del día, según recuerdo. Fue en ese instante, en ese pequeño instante, en el medio de la canción número cuarenta y la número treinta y tres, cuando vi la señal que me advirtió que él tenía algo que yo necesitaba para mi, algo que debía tener mi hombre ideal; entonces, con el micrófono que poco a poco se hacía transparente, nos besamos; creo que él me besó, y me encantó… ¿Qué sería eso que me atrajo tanto?...
Ahora que estoy sentada en la cama, con mis pechos al aire y él acariciándome la espalda tal y como lo pronostiqué, intento acordarme porqué terminé la noche acostándome con él, no tenía nada especial; los otros con los que había estado me habían prestado aquello que yo requería, y por eso había estado con ellos, por eso habían visto mi cuerpo desnudo…
¿Pero ahora?

-Me encanta que hayas aparecido en mi vida, linda- dijo el cuenta cuentos. Para este entonces ya habíamos dejado atrás el karaoke pero habíamos llevado nuestros besos hasta un café que estaba próximo al lugar.
-A mi también me encanta haberte conocido, precioso- agregué con una mezcla de espuma de cerveza en el alma y una cosquilla, no sé definir bien en dónde.
-¿Qué tendrás que me gustas tanto?- me inquirió.
-Aún no lo sé - dije – pero lo sabremos pronto, supongo.
-Es lo real que eres, y al mismo tiempo lo desconocida y oculta que eres para mi, ahora.
-No me conoces.
-Lo que conozco me basta y me sobra, para arriesgarme y confiar.
-Estás loco.
-Es la única manera que he encontrado para sobrevivir en esta mierda de mundo-concluyó.

Fue una plática realmente interesante, según recordaba, hablamos toda la noche mientras el café se iba vaciando de sus visitantes casuales y perpetuos; su mirada me había cautivado pero no por eso decidí llevarlo a mi cama y tenerlo aquí ahora acariciando mis senos y con su mano explorando mi pubis; la manera en que argumentaba sus extrañas y demasiado cursis ideas me paralizó y me llenó de emoción pero no solo sus palabras fueron las que lo condujeron a dormir entre mis piernas; era algo más… algo que aún no lograba dilucidar aunque ahora él me viera con esa confianza y esa intimidad que solo se tiene cuando… cuando… cuando hay cariño.
Eso era lo que había llevado al extraño narrador de cuentos a mi lecho y lo que lo mantenía aún aquí entibiándome las ganas, su corazón era lo que yo buscaba, su cariño, su manera de querer así tan soñadoramente, tan libre y arriesgadamente, tan real y tan sin sentido.
Otras veces había sido más sencillo encontrar el móvil: habían hombres que tenían las manos perfectas lo cual les hacía perfectos para mí, otros que tenían los ojos más sinceros y hermosos que jamás se hubieran soñado y que le ganaban a su dueño una noche entre mis brazos, el cabello perfecto, la bella nariz, todo perfecto para un hombre perfecto… y todo tristemente desparramado en diferentes hombres. ¿Por qué no existía alguno que reuniera todas estas hermosas cualidades en un perfecto cuerpo?

Ahora había encontrado el corazón perfecto, y como era costumbre, en el cuerpo equivocado.
Hace mucho que había encontrado la solución.

-Buenos días, linda.
-Hola, precioso.
-¿Aún sigues pensando en quedarte conmigo o solo fue el efecto del alcohol que te hizo hablar de más?- me preguntó.
-Sigo pensando en quedarme contigo, en cierta forma.- alegué.
-¿En cierta forma?
-Estoy enamorada de tu corazón.
-No lo entiendo, linda.
-Lo entenderás- concluí- ¿Quieres un vaso con agua, precioso?
-Si, gracias, muero de la sed; el calor está realmente insoportable.

Bueno, finalmente, a un paso de abordar el avión de regreso a mi puerto; la capital ha sido realmente una experiencia que no olvidaré.
-Disculpe señorita- dijo el señor que revisaba las maletas- ¿puedo revisar su equipaje?
-Por su puesto, no hay ningún problema.
Ahora abrirá mi hielera de mano y vendrán las mismas preguntas de rigor de siempre, la revisión de papeles y por ende la pregunta final.
-No es normal que nos encontremos con casos como este, señorita, es decir, Doctora, pero según veo, todos sus papeles están en regla. ¿Cree que llegará a tiempo con ese corazón para el transplante?
-No se preocupe, todo en estos casos está calculado con mucha precisión.
-Bueno, gracias por su tiempo, Doctora; que tenga buen viaje.

No me agradó mucho tener que sacarle el corazón al cuenta cuentos mientras estaba inconsciente, generalmente era más divertido hacerlo mientras estaban vivos; pero este caso ameritó el sacrificio. Ahora llegaré a mi puerto y podré coserle la parte más importante a mi hombre perfecto, creo que solo me faltan los pies y las orejas… aunque he visto unos nuevos labios que me interesan.
-Disculpe UD. ¿viaja sola?
-Si
-¿Le molestaría que me sentara con UD.?, no acostumbro hacer viajes en avión y bueno, le temo a estos aparatos.
-No es una molestia en lo absoluto, siéntese si gusta.
-¿Qué libro es ese que está leyendo?
-¡Ah!, ¿este?, es mi libro de cabecera, lo leo una y otra vez en mis viajes y mi tiempos libres, se llama “El diario de Victor Frankenstein”.
-Interesante.
-Tiene unas orejas hermosas, si me permite señalárselo, Señor.
-¿Qué?

jueves, octubre 27, 2005

El diario sexual de Pepe.

I

Nunca fue bueno para los juegos cuando niño.
El que se haya acostado con su sirvienta no lo convertía en un degenerado sexual, todo lo contrario, como decía su padre, lo convertía en un hombre. Tal vez por eso cambió sus espadas de plástico por las piernas de María, sus balones de fútbol por los blancos pechos de Rosaura y sus globos rojos por la roja vulva de Elisa.
Todas ellas sirvieron en su casa y todas ellas lo hicieron un poco más varón, un poco más hombre frente a los ojos del mundo y mucho más insensible frente a los ojos de Joan, su vecina. Desde los 5 años lo había amado, y sentía un calorcito especial allí abajo, donde nadie la podía tocar, cuando él la visitaba y le conversaba de sus conquistas.
-Mira Joan- le dijo el día de su décimo sexto aniversario- han dejado de importarme las mujeres, son todas tan simples y descomplicadas, ya ninguna guarda un secreto para mi, las conozco a todas, se como llevarlas a la cama y como hacer que me amen; como librarme de ellas y como lograr que no me olviden nunca… lo sé todo respecto a Uds. las simples.
-A mi no me conoces tanto- dijo Joan un poco acalorada con la conversación.
-A ti te conozco mejor que a nadie- acertó a contestar mientras miraba el escote de su amiga que ya dibujaba unos pechos que prometían ser hermosos en un par de años.
Ella sentía que Pepe podía oler su excitación desde donde estaba sentado, así que se levantó y se sentó un poco más lejos.
-Bueno, y ¿Qué vas a hacer ahora?- preguntó Joan- ¿te vas a volver maricón?
-Tal vez, eso aún no lo decido.

II

-Y bueno doctor, esa fue la última vez que hablé con él. No recuerdo haberlo visto más, esa noche huyó de su casa.
- Mira Joan, la obsesión que te ata a ese recuerdo es la que te impide dormir y la que cada vez que logras conciliar el sueño provoca que veas a Pepe tocándote como te toca y besándote como me cuentas que lo hace. Freud planteaba que los sueños no son más que deseos reprimidos en un subconsciente generalmente más violento y sexual que tu parte consciente; así, por ejemplo, los hombres buscan siempre como pareja sexual una mujer que se parezca a su madre, pues, secretamente el subconsciente del individuo siempre quiso estar con la mujer a la cual por primera vez sintió desnuda; así mismo, las mujeres buscan la protección de su padre que pierden al salir de su casa… así que relacionan inmediatamente a su pareja con la protección paterna que se perdió.
- A veces siento que lo extraño, y bueno, prácticamente no lo conozco. ¿Me entiende? -Le interrogó Joan.
- Generalmente cuando sientes que extrañas a alguien o algo no extrañas a la persona, sino, a la sensación que viene con el recuerdo de una acción; que como sabes puede ser consciente o inconsciente. Las pastillas que te recomendé te ayudarán a dormir, no te preocupes; las alusiones freudianas que se te presentan ahora con mucha frecuencia desaparecerán pronto.
Joan se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta con un deseo incontrolable por encontrarse con Pepe en la calle y dejar que él la poseyera… librarse de ese calor que no la había abandonado desde que sintió que él pudo oler su excitación…


III


Pepe no había podido deshacerse del deseo de experimentar cada vez más del sexo, de las relaciones interpersonales y de la vida en sí.
-La vida gira en torno de nuestros penes- decía siempre que entablaba una conversación filosófica ya entrado en copas.
-Y que te dice tu pene ahora- preguntó Anabel, una de sus compañeras de universidad.
- Que aunque me cogiera a todas aquí presentes ninguna guardaría una sorpresa para mí.
Todas son tan comunes y familiares.
-¿Y si te cogieras a los hombres?- insistió Anabel, y todos prorrumpieron en risas.
- Aunque me cogiera a todos los presentes, incluyendo sus mascotas, padres y hermanos, sin distinción de género o de si estuvieran vivos o muertos, seguiría aburrido y harto- dijo mientras las risas disminuían y provocaban un silencio incómodo.

Pepe se levantó y fue a su cuarto a dormir, mañana sería un día muy largo y debía descansar.


IV


-Siempre había soñado con tener un caso como este- Comentó Adrián- Dos semanas más y habré acabado mi informe y por ende mi libro.
-Disculpe doctor- preguntó Juan, el editor de su libro- eeeeh, disculpe que lo moleste con la siguiente pregunta…
-Las únicas preguntas que molestan son las que no se hacen, Juan- le interrumpió el galeno.
-Bueno, bueno, doctor… esteeee, ¿No cree UD. Que esto ya ha ido demasiado lejos? digo, ambos pacientes están casi locos.
-Los fármacos que les he prescrito nos permitirán terminar el estudio antes de su esquizofrenia total, vea Juan, el lado Psiquiátrico lo controlo yo ¿quiere?, UD. No se meta en eso, después veré yo que hacer con sus afecciones mentales.
Y ahora váyase y procure parecer loco cuando abandone mi oficina.

Juan se despidió del doctor y se fue a sentar con la cámara filmadora detrás del espejo con doble faz, ubicado en la sala de atención. Empezó a rodar la cinta y casi inmediatamente apareció Pepe en escena. Juan no escuchaba lo que conversaban ambos hombres, el micrófono se encontraba situado dentro de la sala; lo que le impedía saber de qué hablaban.
Lo que sí notó fue que la conversación fue subiendo de tono hasta que Pepe se levantó del sofá, se acercó al doctor y lo besó en la boca. Era el beso más apasionado que jamás había visto Juan en su vida y experimentó una erección extremadamente dolorosa.
El doctor levantó la mano hacia el espejo como indicándole a Juan que no interviniera.
El beso se prolongó durante casi 2 minutos y cuando por fin se separaron el labio inferior del doctor había desaparecido. Los gritos de dolor quedaban ahogados por la hermeticidad del lugar… Juan perdió toda su erección y Pepe toda su compostura. Un golpe seco en la mandíbula del Doctor anunció la llegada de muchos otros, la sangre estigmatizaba las paredes y el piso de la oficina y el cuerpo blando de Adrián caía sobre la alfombra.
Juan Trató de salir del cuarto de la cámara pero la puerta no cedió un solo milímetro, estaba atrapado.
La siguiente imagen que captó la cámara fue la de Joan abriendo la puerta del consultorio, entrando y besando al que había sido su esposo por 10 años, su boca se infamó de sangre mientras pateaba el cuerpo dolorido de su psicólogo. Joan miró hacia el espejo y mientras sonreía sacó una llave de su bolsillo y se la enseñó a Juan.
Pepe y Joan se desnudaron mientras los ojos aterrorizados de Adrián los miraban. Amarraron al doctor con sus propias ropas y lo desnudaron.
La primera que mordió el cuerpo de Adrián fue ella, de un solo mordisco le arrancó el pene de raíz, los gritos eran aterradores, de ahí en adelante mordisco a mordisco, acabaron con el cuerpo. El trío que filmó la cámara fue espeluznante… Joan y Pepe hicieron el amor sobre los intestinos del doctor mientras Juan vomitaba incontrolablemente sobre el espejo.

Se limpiaron la sangre y salieron tomados de la mano, amándose más que nunca en sus vidas.

-Pensé que jamás volverías a tocarme- dijo Joan.
-No digas eso mi amor-le indicó Pepe- Además yo te dije que lo que nesecitábamos era un psicólogo de parejas… ¿No?

miércoles, octubre 19, 2005

Entre Funerales y Despedidas.

Mientras la veía alejarse recordaba la certeza con la que muchas veces me dijo que no siempre las despedidas son tristes; yo sabía y aceptaba el hecho de que jamás volvería a tenerla tan cerca como ahora, allí acostada en su blanco lecho, abrigada por su amplia caja y llorada por interminables ojos se veía tan hermosa que no pude más que decirle Adiós mi niña, te amo.
Mientras caminaba tras el cortejo fúnebre, mirando rostros conocidos y desconocidos, una leve sonrisa cruzó mis labios y me llenó de nostalgia saberla tan cerca y a la vez tan lejos, tan viva que podía besarla y tan muerta que no podía hacerla mía.
Una mano tomó la mía mientras pensaba, volteé y vi a un jovencito, no, más bien a un niño todito vestido de negro, que seguramente no tenía idea de porqué asistía a una fiesta tan aburrida.
- ¿Estás triste?- me preguntó. Me encanta la facilidad que tiene los niños para preguntar lo que sea, ojalá yo tuviera esa ligereza con la vida.
-Sí- le dije- Ella es mi novia.
-¿Y cómo puede ser tu novia si ya se fue al cielo?- me dijo.
-Bueno, Ella fue mi novia- Le expliqué mientras le veía- ahora sí, ya se fue al cielo y espero algún día ir yo también a saludarla y a contarle todo lo que seguramente se perderá de ahora en adelante.
-Y… si la vas a volver a ver… ¿Por qué estás triste?- dijo.
- Esa es una buena pregunta- le comenté bastante sorprendido- ¿Qué te diré?, creo que la tristeza de toda la gente aquí es contagiosa. ¿Te das cuenta que todos lloran?... es que todos le querían mucho por que era muy dulce y buena. ¡Hay Dios mío! Era perfecta.
- Mi PA me dijo que todos en la tierra son buenos… ¿Por qué ella era perfecta?- insistió.
- Ella me enseñó a amar pequeño, le dio un sentido a mi vida y me llenó de alegría los días. Me enseñó a coser, a reír, a ver las montañas y a soñar en futuro. Si te contara todo lo que me ha enseñado y me ha hecho crecer no acabaría nunca de hablar contigo; si para darte un pequeño ejemplo: ahora, aunque muerta, me sigue enseñando a crecer, a saber que si ella estuviera aquí no le gustaría verme llorar ni triste, a saber que ella quiere que siga adelante y que no desmaye por ser siempre mejor, yo sé que ahí acostadita en su ataúd me sigue amando como siempre, y sigue viendo por mi y cuidándome aunque yo ya no le pueda ver.
- Y… ¿Por qué se fue al cielo?- preguntó.
- Ayer en la noche cuando llegaba a su casa intentaron asaltarle unos hombres malos, y le mataron- recordé con rabia- Ella me pidió que le dejara, porque discutimos, yo le dije que bueno, que le iba a dejar para siempre y me fui a mi departamento. Esa misma noche me llamaron y me dijeron que había muerto. No pude decirle cuánto la amaba, ahora vine y se lo dije, pero ya es muy tarde.
- ¿Crees que fue tu culpa? Me dijo el niñito.
- Sé que fue mi culpa- contesté.

Seguí al cortejo con mi nuevo amigo a mi sombra y le di a mi niña el último adiós con una sonrisa; -como ella hubiera querido- le expliqué al pequeño cuando me preguntó.
-Ella te amaba- me dijo de repente, cuando la multitud de gente, que había seguido la carroza, se dispersaba en el cementerio. Volvió a tomarme de la mano y cuando lo vi unas luces resplandecientes salieron de su espaldita, seguidas por dos hermosas alas blancas; me vio a los ojos y me dijo: ven conmigo y te llevaré con Ella. Yo le retiré la mano y mirando al cielo le dije:
-¿Le has preguntado a ella si quiere que yo vaya ahora?
-No- me respondió.
-Lo supuse, así como tu sabes que Ella me amaba yo también lo sé, y más que tu por lo que veo. Lo sé porque Ella me ama tanto que no quiere arrancarme la vida así, y sé también que quiere que me quede hasta que sea hora de irme y verla de nuevo ¿Eres un ángel? Pues ni tú ni nadie puede decirme hoy que me vaya con Ella a vivir eternamente felices como perdices, porque yo sé que eso no es lo que siente, y sé por último que me ama tanto que tuvo un presentimiento esa noche, ese presentimiento que solo tiene la gente que se ama de verdad, y discutió conmigo para que yo me fuera y salvar mi vida. No me toques más egoísta… la vida no está llena de ángeles que te cumplen los deseos, pero sí de gente con un corazón tan grande que da su vida por ti.

Ahora estoy escribiendo pensándote mi amor; y veo el porqué las despedidas no son siempre tristes, porque así como hay un final hay siempre un nuevo comienzo que, hoy, no sé si será contigo o alguien más, pero lo que si sé es que lo esperaré siempre con una sonrisa y con los brazos abiertos, porque me enseñaste antes que todo a vivir la vida y a amarla también.

Adiós.

lunes, octubre 17, 2005

Esta noche...

....esta noche dejaré atrás todo y viajaré solo conmigo a la ciudad del silencio... donde un cuento es solo un cuento y puedes enamorarte de un hada...

...De vuelta al camino...

...muchas veces, volviendo a casa, tomada de tu mano y amándote como a nadie, me soñé tu esposa y nos soñé con hijos (y ojo que nunca fué una de mis metas concretas tener una familia o ser Madre); sin embargo contigo cambié todos mis paradigmas y muchos de mis principios... ahora volviendo a mi nueva casa (tuve que cambiar mi dirección para evitar que me buscaras o llamaras) solo pienso en ti... Lamentablemente ya no puedo acordarme de las cosas buenas que estoy segura que tenías, porque hoy, como ningún otro día, cuando recuerdo cuánto mal me hiciste, me agobian todos tus defectos... me ahoga el simple hecho de recordarte a mi lado y el hecho de pensar que desperdicié mi vida al lado de un cerdo como tu.
Ahora vivo a pocos pasos de la escuela, puedo irme caminando tranquilamente... y recuerdo que siempre insistías en acompañarme a casa hasta altas horas de la noche porque dizque te interesaba mi seguridad; y puede que haya sido cierto hasta cierto punto, pero ahora que veo claramente... sé que no podías interesarte por nadie porque no te preocupabas siquiera un poco por tí, no te importaba que yo viviera lejos que igual ibas atrás de mi y llegabas a altas horas de la noche descuidando tus estudios, tu profesión y por ende nuestro futuro...
Eran más o menos 8 cuadras de una cuesta que siempre era infernal tener que subir, pero ya ves te importaba tan poco que preferías no tomar el bus sino que subir caminando logrando siempre que me cansara al punto extremo del fastidio..."es que paso más tiempo contiiigo", decías con esa vocesita casi femenina y con esa carita de borrego ahorcado.
Lo mismo era cuando nos veíamos en tu departamento, solo te importaba que yo estuviera contigo aunque me mandaran a la mierda en la casa; ¡que ciega fuí! y ¡Qué egoísta eres! En verdad me arrepiento de haber estado contigo.
Sé que me dirás que no siempre fué así, que tú cambiaste porque yo también cometí muchos errores, pero, ¡por favor! deja ya de ser tan cobarde y enfrenta tus culpas y la consecuencia de tus actos.

¿Porqué no podías dejarme en paz? ¿Nunca entendiste que ya no quería estar contigo? ¿¿Cuántas veces más tenía que terminarte para que te dieras cuenta que esto NO FUNCIONABA??

Sigo caminando a casa y me llenan los ojos de lágrimas todas las cosas que hiciste y que me lastimaron, y de las que nunca supiste pedir perdón... y otras de las que nunca te enteraste.
Hace mucho estaba harta de tí... HARTA...

Pronto llegaré al umbral de mi puerta y ya no pensaré en tí porque no quiero que mi familia me vea furiosa y me empieze a molestar con todas sus preguntas.

Ya es casi una hora que estoy a diez pasos de mi casa, pero no quiero entrar.
¿La duda que me atormenta?...
Mi vida es un camino y lo sé...
¿Quién demonios te creías para sacarme de él?...
Mejor entro, hace frío... bueno, por fín me libré de ti y de toda la carga que significaba seguir contigo...
Ojalá estuvieras muerto.

lunes, octubre 10, 2005

El oficio de odiar.

I

-Y… ¿no te cansas de estar ahí acostado?- preguntó la dulce señora que no dejaba de visitar un solo día al pequeño- El brillo en los ojos del niño había ayudado a que ella olvidara un poco el dolor de haber perdido a su hijito; es la naturaleza humana, que te lleva a querer aplacar la vergüenza de haber sido indolente cuando debiste ser sensible, lo que le ataba al niño. La culpa puede ser un móvil muy poderoso.

- No paso todo el día aquí señora… me levanto muchas veces… generalmente para las pruebas y… y los exámenes con las luces- Dijo el jovencito, tomando las manos de aquella que había sido toda la familia que jamás había soñado. Le encantaba la manera en que lo veía a los ojos cada vez que hablaba con él, lo miraba sin miedo, sin pena y hasta cierto punto sin compasión… hacía mucho que nadie lo miraba así. Odiaba la compasión, esa mezcla de miedo, culpa y vergüenza que obligaba a la gente a tratarte bien.
Ya no recordaba cuánto hacía que llegó aquí, todos sus recuerdos los tenía dentro del hospital… y la nostalgia lo invadía con mucha frecuencia. No tenía recuerdos de algún cumpleaños junto a su familia, no recordaba alguna pelea con un hermano, no recordaba un solo día de clases, ni a un maestro violento o una profesora dulce; ningún recuerdo, bueno o malo, había quedado guardado en su memoria.

Los enfermeros trataban de evitar el contacto verbal con el niño, le tenían pena y no temían ocultárselo, muchas veces él les había preguntado sobre su pasado y aunque ellos conocieran las respuestas a todas sus preguntas no querían ser los portadores de malas noticias. Siempre buscando la protección de la mentira inventaban historias fantásticas sobre los padres del niño cuando él los acorralaba con sus dudas.
- Porqué me mienten- pensaba con regularidad el pequeño, que pese a todos los cuidados que tenían los habitantes de la clínica en hablar de él, sabía porqué estaba ahí y cuanto tiempo más se iba a quedar.

La señora dio un pequeño respingo cuando su adorado pupilo tomó sus manos y contestó certeramente.

La gente que pasa toda su vida en un encierro tiende a ser más perspicaz que el común de los mortales y eso le asustaba un poco a la señora; cada vez que entablaban una conversación por lo general se alargaba hasta altas horas de la madrugada.
-Tengo suerte- les comentaba la señora a los doctores y enfermeros de la clínica- él nunca me ha preguntado algo sobre su estadía aquí, lo cual me alivia mucho, pues no sabría que contestarle.

Pero ese día fue diferente. El niño vio directamente a los ojos, enmarcados por lentes, de la adorable señora; eran unos ojos profundos, dolidos y muy dulces, llenos de un amor guardado por muchos años. Era una señora gordita de esas que ilustran los libros de cuentos infantiles, con las mejillas rojas y los labios finos, con las manos grandes y la sonrisa amplia. Sus largos vestidos de señora de oficina quedaron atrás el día en que murió su hijo, dando paso a los vestidos negros el primer año y a los floreados en la actualidad.
Lo extrañaba todos los días aunque la pena era menos cuando estaba junto a su pequeño amigo. Nadie puede reemplazar a un hijo.
-¿Porqué estoy aquí?- le pregunto el pequeño- Él quería que alguien le dijera la verdad, la conocía; pero Él quería saber la verdad de la boca de su amiga por sobre todas las cosas.
Y era lógico, las cuatro paredes que apresaban su espíritu lo habían hecho odiar a todo el mundo exterior, no conocía nada ni a nadie antes de la señora, solo conocía el odio; y todo lo que lo rodeaba en su pequeño mundo era analizado con una mirada de desprecio. Él sabía para qué había nacido, para odiar a todo el mundo y se sabía un erudito en la materia.
Nunca aprendió a leer, en un hospital público nadie se interesa por nadie más que por si mismo, así que nunca tuvo un tutor o un profesor; pero sabía hablar, y hablaba de lo que él veía y conocía, no temía callarse nada porque no conocía la vergüenza o la prudencia. Por esto los doctores y enfermeros le temían, todos tenían algo que ocultar y nadie quería que el pequeño niño se enterara. Naturalmente ninguna aversión nace o crece del aire, el niño tenía sus antecedentes de poca moral; entendiéndose por moral el miedo al que dirán. Cierto día él escucho por casualidad al director de la institución hablar con una de las enfermeras, él no sabía a que se refería ella cuando le decía al profesional de la medicina: ahora dámelo por atrás, tampoco sabía que significaba la palabra divorcio, lo que sí sabía, obviamente porque lo había escuchado, era que el doctor vivía con una señora por más de treinta años y que la enfermera no era la señora. Él sabía que estaba mal y odió al doctor por eso, al siguiente día supo como sacar provecho de lo escuchado, le contó a la enfermera todo lo que había oído y le dijo que robara más de esas pastillas para el dolor que tomaba diariamente o todos en esa ala se iban a enterar. El dolor siempre era muy grande y las pastillas que hacían que se fuera siempre eran muy pocas. Cierto es que al final el infiel fue descubierto y expulsado del hospital por intimar mucho con las enfermeras del lugar; pero eso no cambió ni disminuyó el odio del niño hacia la naturaleza humana.
-¿Porqué no me responde, señora? ¿Tiene miedo?- le presionó.
- Eeeeh… no tengo miedo, porque lo preguntas.
- Que ¿Por qué tiene miedo?- Bueno, todos en este hospital temen responder mis preguntas, y no los culpo, saben que les puedo hacer daño, sé muchas cosas de ellos. Por las noches me levanto de mi cama y me saco los tubos de la nariz para ir a escucharlos, ellos me han visto, pero no dicen nada porque temen que yo hable de sus cosas.
El miedo y el odio son los sentimientos más poderosos que hay en la vida señora; he visto que el miedo a Dios lleva a la gente a meterse en eso que se llama religión y el miedo al que dirán hace que la gente no haga cosas malas, bueno, por lo menos que no las hagan a la vista de todo el mundo. Yo no le tengo miedo a ese Dios y tampoco a la gente.
- Mmmm… no hables así- dijo la señora- sabes que no me gusta que odies.
- Pero es tan fácil- dijo el pequeño- Yo sé que todos lo hacen, pero también sé que soy el único que lo dice. Todos mienten señora por eso más que nada les odio, el señor que maneja esos papeles con los que compran cosas, se los queda y nunca le dice a nadie. El chico que limpia los pasillos, todas las noches le gusta tocar a las niñas dormidas y hay mucha gente que lo sabe y no dice nada.
- ¿Cómo tú?- Contraatacó la señora.
- A mi no me interesan sus vidas, solo me interesa mi vida y solo me importa tener lo que pueda tener para hacerla menos dolorosa, por eso no le cuento a nadie, solo a UD., que así como todas las veces que le cuento de más, va a ir y hablarle al director sobre todo lo que le digo.
- ¿Qué quieres que haga?- dijo la señora – lo que me cuentas es muy grave y no me puedo callar como tu.
-Si, la comprendo- dijo el niño- es UD. muy buena, y demasiado correcta. -¿Sabe que la quiero mucho?
-Si, lo sé hijo, lo sé- yo también te quiero.
La señora se levantó, se despidió del niño besándolo suavemente en la frente y se dispuso a irse cuando sintió una pequeña manito sujetando el bies en su vestido. Volteó la cabeza y vio unos enormes ojos llenos de una súplica: quédate un rato más.
-Ya es muy tarde- se lastimó la señora- tengo que dormir y tu también.
-No se vaya por favor, aún no responde mi pregunta- le recordó el niño.
-¿Cuál pregunta?
-¿Porqué estoy aquí?- Insistió el pequeño, esta vez, con esa tozudez que solo tienen los niños.
La señora entró en pánico, había temido que llegara este momento desde que le conoció.

II

-No me pasen llamadas dentro de las próximas 3 horas- dijo la señora, muy gordita para ser bonita, pero muy flaca para parecer una madre- esta reunión definirá si todos Uds. conservarán su trabajo el próximo mes.
-¡Bruja!- La palabra fue apenas audible, pero, cómo pesan las palabras cuando están cargadas de tanto desprecio, se escuchan entre una multitud y se distingue la voz entre millones de gritos.
-Bueno, bueno- Dijo la señora- Alguien se quedó sin trabajo desde hoy. Caminó hasta el último cubículo de la oficina, mientras el resto de los trabajadores seguían inclinados en sus trabajos, y miró al ocupante del mismo. Una joven de ojos almendrados y largo cabello rubio le devolvió la mirada, estaba asustada, pero convencida de que lo que lo que había dicho era cierto. Esa señora era una bruja. ¿Cómo no iba a serlo? Se corrían los rumores de que tenía un hijo muy enfermo y que no le importaba siquiera un poco su estado, ella nunca salía de la oficina. ¿Era casada? Eso a nadie le importaba, seguro su marido fue un hombre inteligente y le abandonó mientras pudo.
-¿Bruja, cierto?- preguntó dirigiéndose a la hermosa joven; era del tipo de chicas que ella odiaba: grandes pechos que solo gritaban que querían ser tocados, ojos de niña de 5 años, una blusa transparente y escotada, largo cabello rubio y una boca que seguramente solo pedía sexo – tome sus cosas y lárguese de inmediato.

Me salió barata, pensó la rubia. Pero no me iré sin decirle lo que se merece, claro que no.
- ¡Pues sí-dijo la joven!- ¡¡UD. es una bruja!! No debería estar orgullosa de tener este puto trabajo, ni de cagarse en su dinero, sino de ser una buena madre y estar con su hijo. Algún día se arrepentirá, y se acordará de mi, ¡¡vieja bruja!!
Ahora volveré a mis estudios y llegaré a ser una doctora, pensó con orgullo, la próxima vez que la viera estaría metida en su blanco uniforme parada frente a ella y la señora estaría muriéndose en una cama de su hospital.
La señora tomó aire, la miró y sonrió pensando en el futuro de esa pobre diabla, ¿qué haría?, ¡por Dios!, ella no sabrá que hacer de su vida, a estas alturas ya debería estar graduada de lo que fuera, y hasta ahora ella no sabía que estudiara ni para secretaria, le había hecho un favor contratándola y ahora estaba arrepentida y furiosa, pero también sabía que no podía mostrar debilidad frente a sus subalternos. Esa mocosa era nadie… y una persona que era nadie no tenía derecho a tratarla así.
Se acercó a la jovencita la miró de frente y mientras sonreía la golpeó con el envés de su mano con una violencia tal que el frágil cuerpo de la rubia recorrió todo su escritorio hasta aterrizar con un golpe seco al lado del tacho de los papeles. Le sangraba la nariz profusamente y le gritó a la señora que se muriera y que la iba a demandar. La señora dio media vuelta y ordenó al guardia de la oficina que se la llevara, que luego le enviarían sus tres pertenencias.
-Mi hijo tiene los mejores cuidados que se pueden pagar en este país- dijo, para concluir- cuidados que una mujer tan vulgar y simple como tú no podría pagar ni en sus sueños; entró a su oficina y esperó hasta que sus accionistas llegaran para comenzar la reunión pensando en sacar a su hijo del hospital público en el que siempre había estado.

Una hora después de estar sentada en su oficina conversando sobre el futuro de su compañía, entró la llamada que cambió su vida de ahí en adelante; la llamada avisaba que su hijo había muerto inexplicablemente, que era verdad que su estado era delicado, pero supuestamente estaría bien durante algunos años más, -el cuerpo humano es indescifrable- dijo el doctor que la llamó.
Al llegar al hospital al ala de los enfermos de cáncer encontró la cama de su pequeño vacía, los ojos se le llenaron de lágrimas y no pudo contener un grito de impotencia y desesperación al ver una foto de ella sobre su mesita de noche, él la amaba y ella lo había abandonado durante muchos años buscando alongar su vida pagando siempre lo mejor para él; que doloroso debe ser perder un hijo y más doloroso aún debe ser perder a un hijo que casi no conocías. La señora lloraba desconsoladamente, su pequeño hijito había pasado desde su nacimiento en un hospital de mala muerte, siempre era primero su dinero, sus cirugías, su búsqueda de poder y su vida, que él. Ahora ya no estaba ahí, ahora ya nada de lo que hiciera o pagara lo haría volver. Tomó su propia foto entre sus manos y la arrojó contra la pared, la foto se estrelló contra el muro y se hizo añicos mientras la señora la veía destrozarse y con ella todo lo que había sido hasta entonces. Y fue en ese momento cuando lo vio; parado frente al marco de la puerta con unos ojos muy grandes y negros estaba un niño que aparentaba tener la edad de su hijo, no tenían nada en común físicamente pero era la misma mirada triste contrastada con una media sonrisa. Se lo veía muy delgado y cansado, vestía un gorrito de lana que seguramente protegía su cabeza, sin cabellos ahora, un pantalón verde y una camiseta de bugs bunny jugando baloncesto que le hizo recordar a su propio hijo. Su ternura le alegró el corazón y no pudo hacer más que seguir llorando.
-¿Por qué llora señora?- fue lo primero que escucho del que ahora era su amigo y compañía.
Ella lo vio un momento, pero su pena era inclemente.

III

-¿Porqué estoy aquí?- Volvió a insistir el pequeño.
- Mira mi amor- dijo ella- no quiero mentirte, quiero serte tan sincera como tú lo has sido conmigo al ofrecerme tu amistad. Hace algunos años, nueve exactamente, tuve un hijo al que interné en este mismo hospital, él nació con cáncer igual que tú. Cuando yo llegué con él tú ya estabas aquí, los enfermeros y los doctores me contaron que tuvieron a una señora internada mucho tiempo, ella estaba enferma también y embarazada de ti además.
Murió cuando naciste y heredaste su misma condición.
Hace poco más de un año recibí una llamada del hospital y me dijeron que mi hijo había muerto, fue entonces cuando nos conocimos, no sé si lo recuerdes pero yo era la señora que lanzó la fotografía contra la pared ese día que llegué y encontré la cama de mi hijo vacía.

El niño hizo lo que pudo por no llorar, pero sus ojos se anegaron de inmediato en lágrimas y abrazó a la señora tan fuerte como pudo diciendo que le amaba por ser tan sincera con él, pensó en no odiar nunca más a nadie, el mundo no podía ser tan malo si en él existía alguien tan bueno como ella.

-¡Gracias!, ¡Mil gracias!- dijo el pequeño- Nunca nadie había sido tan sincero conmigo, ni tan bueno. Yo también debo decirle un secreto que los enfermeros han sabido guardar bien, pues UD no se ha enterado. Yo conocí a su hijo hace muchos años, y fuimos amigos hasta el día en que murió.
La señora no daba crédito a sus oídos mientras miraba la cara de alegría en su amiguito.
-El día en que la conocí estuve toda esa tarde mirando la cama de mi amigo- prosiguió- hasta que la vi llegar, yo sabía que UD era su madre, pues la foto que lanzó a la pared, él la atesoraba mucho. Siempre me hablaba de esa señora que se llamaba mamá y me encantaba oírlo; aunque nunca la vi, aprendí a entender por qué mi amigo le amaba tanto, él pensaba que si se aferraba con gran fuerza a algo aquí en la tierra ese tal Dios no tendría por qué llevárselo, y él tenía razón en parte, es cierto; ese al que le llaman Dios entiende esa lógica, pero solo cuando ese amor y esa forma de aferrarse viene de ambas partes. Él se aferraba a UD tal y como yo lo hago ahora, pero UD nunca lo venía a visitar y por eso se murió.

La señora empezó a llorar dolorosamente, sabiendo que su amiguito, que su nuevo hijo tenía la razón -Yo te amo ahora- le dijo entre sollozos- ahora Dios no tiene por qué llevarte.

-Lo sé señora, lo sé, lo supe siempre- dijo el pequeño- siempre me pregunté cómo podía hacer su hijo para que su mamá lo viniera a visitar, y lo entendí entonces. Ahora yo me aferro a UD y UD a mí; sé que ya no puedo morirme. Por eso una noche en que saqué los tubos de mi nariz para hacer mis visitas a los diferentes pabellones se me ocurrió esta idea: Si mi amigo muriera, su mamá lo extrañaría de verdad y vendría a verlo, yo estaría ahí para que ella me viera y me pondría esa camiseta que alguna vez le mandó por su cumpleaños, con un poco de suerte ella aprendería a amarme y entonces me salvaría de la muerte. Al regresar a mi cama, desconecté el oxígeno que esa noche necesitaba su hijo… y no volvió a despertar jamás. Ahora la tengo aquí conmigo, le contó el pequeño mientras sonreía.

La culpa y el terror en los ojos de la señora le atormentaron durante el resto de su vida.

Su nuevo hijo durmió tranquilo esa noche, pero alguien desconectó su oxígeno, y no volvió a despertar.

viernes, octubre 07, 2005

Hoy en la noche

Hoy en la noche odiaré tanto que escribiré un cuento.

lunes, octubre 03, 2005

Erica.

Me apesta el mundo entero. ¿Qué me ves imbécil? Sí estúpido contigo estoy hablando… ¿Nunca has visto una mujer desnuda? Seguro que no… con esa cara…
Qué pasa… si ya desnudo mi mente todos mis malditos días ¿porqué no desnudar mi cuerpo también?
Me sentía sucia ¿si? Qué demonios les pasa, no todo en el mundo debe tener un porqué, ¿Porqué está desnuda frente a nosotros? Me sentía sucia, si con esa explicación pueden dormir tranquilos esta noche ahí tienen ¿bien? Si pudiera me sacaría la piel también.
SU-CIA me sentía ¡sucia! Harta de amar pero mentir, harta de estudiar por que debo hacerlo, harta de trabajar por el dinero, harta de ser igual que todo el mundo, de llegar a mi casa, besar a mi esposo y fingir que lo que tengo ahora es lo que siempre quise y lo que siempre soñé, estoy harta de ensuciarme de Uds., sí de todos los mirones que están aquí ¡¡de todos Uds.!! Me sangran sus diarias miradas, me asquean sus olores, los odio. Pero ¿Saben qué? Yo se que aunque les escupa en la cara todas sus verdades no se van a ir… porque el morbo en esta maldita ciudad es mucho más grande que la dignidad.
¿Crees que estoy loca? Deja de mirarme… Los locos son todos Uds. Creen que están a salvo en sus casitas, viviendo esa absurda monotonía que llaman vida sin buscar nada más, están felices con sus empleos y con sus vidas… se equivocan, no soy la única que odia; soy honesta por primera vez en mi vida, me cansé de callarme toda la mierda que soy y toda la mierda que son todos.
No se asusten, no se vayan, ¿quieren que me empiece a tocar? Eso los mantendría atentos ¿no?... por lo menos escucharían.

Bueno… ya estoy harta de verlos, me vestiré y me iré antes de que a alguno de Uds. se le ocurra llamar a la policía, volveré a mi absurda vida, y los veré mañana aquí de nuevo seguramente.

¡Adiós!

- Discúlpame que te pregunte Freddy, pero… ¿son así siempre las clases de dibujo con desnudos?

- ¡Dios mío, no! Solo cuando posa esa modelo.

jueves, septiembre 29, 2005

Morir de ti.

No quiero hablar… solo llorar. ¿Por qué será que una sola lágrima puede agitar el alma, y un torrente de ellas puede apaciguarla?
Quiero llorarte más, para que mi egoísta alma se apacigüe un poco. Pero no, es una lágrima solitaria la que cae por mi mejilla, y agita mi alma. Me trae tus recuerdos y me castiga porque aún el recuerdo de hermosos tiempos está siempre matizado con la tortura del nunca más; por algo se llaman recuerdos.
La nostalgia me lleva a tomar decisiones que no se pueden deshacer; y me lío con extraños sueños. Y despierto aquí, al borde de esta silla, a un metro del suelo, preguntándome si lo que provoca la muerte es la asfixia o el maléfico pero dulce sonido que produce un cuello al romperse, ese crujido, como de hojas secas. Y mirando el cuchillo que dejé en la mesa me pregunto si fallaré y solo quedaré con esa extraña marca que tienen los suicidas cobardes, como un collar morado alrededor de su cuello. “Cobarde hasta para matarte” -dirías.
El cuchillo es más seguro, pero más doloroso. Tiene que doler cortarte, no importa en que parte del cuerpo.
¿Y las pastillas?, no gracias. He visto el extra, sé que los que fallan ahí, quedan mal de la cabeza, y no es que esté muy bien ahora.
Los buenos suicidas escogen siempre un arma, yo escogí una soga, que también es un arma.
¿Y el móvil? El del suicida poético, claro está, una mujer.
Siempre existe un margen de error, creo por ese lado que debería estar más alto, unos dos metros talvez, y dejar más cuerda… si, más cuerda es la solución.

Muy bien, ya estoy acá de nuevo, más alto y con más cuerda, seguro me romperá el cuello, mejor, así no sufriré tanto. ¿Y la carta? Dios mío, aún no sé si escribirla o no, sería una mortificación extra para ti. Es una buena idea. Si ya me muero, de una vez arruino tu vida ¿no?, por lo menos me merezco esa pequeña y cruel alegría antes de irme.

Bien, lista la carta, para que la encuentres tú, o los policías que me descuelguen, en el bolsillo de mi pantalón. Odiaré el tono morado o azul con el que me encontrarán, no es nada estético ver a alguien sin sangre en la cabeza.
¿En qué estoy pensando? ¿Cuál buen suicida poético no ha tenido una foto de su amada en la mano al momento de ser encontrado?, se notará que no tengo experiencia en esto y me verán como un suicida cualquiera. ¡Qué vergüenza!

A ver, pensemos bien qué se nos olvida antes de volvernos a subir a la sillita, no quiero fatigarme en un momento tan importante. Ya tengo la foto, la cuerda está bien, la altura perfecta, la carta desgarradoramente nostálgica, la música con nuestra canción… creo que lo tengo todo. Muy bien, volvamos a subirnos, ya no creo que falte algo.
¿Listo?, allá voy….

¿Y si mañana nadie me encuentra?, no es que tenga muchos amigos. ¿Y si nunca te dan la carta, para no mortificarte más? ¿Y si mienten y dicen que me atropelló un carro o algo así?
Maldición, ¿Y si no me extrañas?... ¿Y si todavía me amas?... ¿Y si solo estás esperando que te llame para perdonarme? No me perdonaría, ni te perdonaría a ti si el día en que esté siendo velado te acercaras al ataúd a decirme, “Te amaba, siempre quise perdonarte, no podré vivir sin ti”. No, no me lo perdonaría.
Una oportunidad más, la vida no puede ser tan mala, sé que volveremos a estar juntos, siempre hemos podido… si, si, siempre he sido un cobarde, no puedo matarme; peor aún sabiendo que te amaría aunque muerto.

El timbre en la puerta… ¿Quién será?... ¡Momento!... ¡Eres tú!... ¡Te escucho mi amor!...

Maldita sillita…. ¡¡no te muevas!!... maldita sillita ¡¡no te caigas!!!... mald…

Mientras espero.

Mi mente era una pequeña isla flotando en un mar de alcohol, y el alcohol siempre fue mi salida mientras esperaba… ¿Qué esperaba? No lo supe hasta hoy.
Solo otra vez.
Sí, cometí un error, bueno, muchos errores; pero soy humano ¿no? Los humanos cometen errores. Ya no cometeré más, una persona deja de ser humana cuando mata a alguien y se convierte en un animal, algo más bajo que un animal. ¿Muy drástico el término? Es el adecuado para describirme y para describir mis actos. La vida hay que tomarla drásticamente, los términos deben ser drásticos también.
Y bueno, no es toda mi culpa…si ella quería tener todas sus cosas de vuelta en su apartamento, pudo enviarme una nota, yo pude mandarle todas sus pertenencias, sé dónde vive. Y a final de cuentas, ya estando aquí pudo callarse la boca como siempre, metida en sus apretados jeans, moviendo ese culo sin ninguna muestra de moral, y mirando con esa cara de deseo bastaba para hacerme extrañarla. Pero no, como nunca, habló. En el umbral de la puerta con sus maletas llenas, volteó y me dijo: “Te amo, nunca encontraré a nadie como tú”.
Ahora ella ya no está aquí más, estoy solo, esperando que lleguen los policías acabando mi tercera botella soñando nuestros sueños, mientras veo su cuerpo desnudo sobre el frío suelo. ¿Cómo sé que estaba frío? Yo estaba desnudo sobre él hace solo unos minutos, y ella estaba sobre mí.
No quería matarla; ella quería sexo, y yo la quería. Solo para mí.

Ahora sigo esperando, porque sé que vendrá más.

Pequeña prosa sobre un adiós.

Son ya varios días que espero un adiós, una pequeña muestra de cuánto me amaste que se reduce en cinco simples letras: Adiós. Espero un poco de cariño, un: “buena suerte mi amor”, un: “Seguro encontrarás a alguien más”, un “sé que vales mucho”; pero seguiré en mi espera escuchando la música que aprendí a escuchar contigo y llorando los recuerdos que me enseñaste a atesorar, los buenos recuerdos. Seguiré en mi espera, por que sé que no va a llegar un “buena suerte” porque no me la deseas; seguiré sentado sin buscar a nadie, no llegará el “seguro encontrarás a alguien más” porque tu sabes que para mí no hay nadie más como tu… y lleno de pena me doy cuenta que el “sé que vales mucho” se desvanecerá como un sueño del que solo recuerdas que yo fui parte porque, para ti, yo no valgo nada.

Y seguiré esperando el adiós.

El Mirlo.

– Como hacer para huir de ti. Inspiras mi felicidad, me dibujas una sonrisa.- decía el jovenzuelo asomado en la ventana- Creo que te conocí desde niño, pero no aprendí a amarte hasta ahora. La adolescencia es mi dulce tormento, es un delicioso castigo amar las cosas imposibles; mi adolescencia me enseñó a idolatrarte, a tratar de buscarte cada noche un nuevo gesto, una nueva luz.

Las persianas acariciaban su pálido rostro, cuyas mejillas mostraban un leve rubor a fuerza de haber llorado tanto. Su cabello rizado ocultaba sus ojos, y la gélida noche hacia temblar sus delicadas manos mientras escribía poniendo su nombre como remitente, y el de su amada al pie de la carta. “Oh! Amor imposible, esta noche iré a dormir a tu lado”.- pensaba el adolescente.

Un hermoso mirlo lo miraba desde la mesita de noche que había cerca de su cama. Su mirada era compasiva y serena; no era la primera vez que lo veía enamorado, y sabía que no sería la última.
– Los pensamientos de un joven corazón siempre vagan en torno de los amores que se alejan por la mañana, de los amores imposibles; que son más dulces porque son ajenos, que están más llenos de poesía porque son una tragedia y que están llenos de pecados, si es que existe tal cosa, porque son prohibidos– comentó el hermoso mirlo, que veía al joven cada noche llorar en la ventana. Las plumas del mirlo brillaban a la implacable luz de la negra noche más negra aún sobre el cuerpo del ave, sus ojos grandes e inquietos lloraban también como los del adolescente, pues lo amaba, era parte de él, era más que su dueño: era su hermano y su padre; su madre y su novia; su vida y su muerte.

– ¿Qué sabes tu del amor? Nunca has salido de esa jaula en la que vives – objetó la pequeña polilla que cada noche desde hacía veinte noches venía a buscar a su amigo emplumado-
Deja de ser necio, parece que no te hubiera enseñado nada. El amor es la ocupación de la gente ociosa; o tiene un ave tiempo de pensar en el amor cuando construye un nido, o cuando lucha por conseguir comida. Qué puedes saber tu, si no sabes lo que es tener mis responsabilidades evolutivas, eres un ave que no hace nidos, ni lucha por su comida, te alimentan diariamente y no sufres el hambre que sufro yo, no haces nidos porque no conoces más allá de estas cuatro paredes. Tú no eres un ave. Báh! Desperdicio mi tiempo que es tan corto, nosotras las polillas somos más pragmáticas y por ende más exitosas en la vida que tu triste adolescente que cree que el amor está en una carta o en un poema, qué cosas tan triviales son los sentimientos, te limitan una vida de reales y educativas experiencias. A qué estúpido humano se le habrá ocurrido esa mentira del amor. Yo, por mi parte, vivo para buscar una pareja que pueda cuidar de mi descendencia, y debo encontrarla pronto, pues solo viviré hasta finales de este mes.

– No puedo más que sentir tristeza por tus pensamientos – se lamentó el joven mirlo – La necia eres tu. Por qué piensas siempre que todo debe tener una lógica, el amor es algo maravilloso que se descubre con violencia, y se cuida con mesura. Sí, soy un ave, y sé que se construye un nido para guardar una familia, y se busca comida para alimentar a los hijos, a quienes tanto se ama. No deberías ser tan fría, ni tan dura.
La noche oscurecía el semblante del ave y le daba a sus palabras un timbre nostálgico.
No hay mejor momento para discutir del amor que la noche, y no hay mejor noche para discutir del amor que esta - pensaba el mirlo.

– La vida favorece al más despierto, y la suerte favorece al individuo más preparado, deja de mirarme así, parece que te asombra la verdad, cuando lo que debiera asombrarte es la mentira en la que vives ¿tú crees que la suerte favorecerá a aquel que llora y no se mueve por conseguir lo que quiere? –preguntó la polilla mientras miraba con desprecio al joven enamorado.

– La vida te favorece cuando amas a alguien, y una extraña fuerza te acerca a la persona amada. –Dijo el mirlo con sus pequeñas alas apoyadas contra las frías rejas de su prisión-
Cuando amas a alguien, ya no estás solo en la vida, son dos contra todas las penas, son dos para reír, y para pensar; con el tiempo ya son una sola entidad, y una frase comenzada por uno la termina el otro, y voltean sus rostros al mismo tiempo cuando quieren un beso, se llaman con el pensamiento, y saben dónde están sin saberlo. Cuando descubres el amor te das cuenta que la vida te ha favorecido ya, y tu no lo sabías.

– “Oh! Amada mía” – rezaba la carta – pensarte lejos de mí destroza mi alma; si pudiera tenerte hoy…

– Que tristemente patéticos son tus pensamientos querido amigo – dijo la polilla acercándose al mirlo – no vale la pena discutir con alguien de mente tan cerrada como la tuya. Nunca sabrás lo que es la libertad, y tu amado dueño nunca sabrá lo que es el amor porque si lo supiera te dejaría libre para que todo el mundo aprendiera a amarte; tu amado es egoísta como el amor mismo y su amor es una farsa.

El mirlo empezó a llorar, y la polilla decidió irse, dio media vuelta, abrió sus alas y se dispuso a volar sabiendo que sería la última vez que viera al ave, no podía seguir perdiendo su tiempo tratando de enseñarle a poner los pies en tierra. Eran ya varias noches que había venido a hacerle compañía, no podía quejarse, le alegraba un poco su encerrada vida.

– No te vayas por favor – has sido una dulce compañía todos estos días, no sabes cuán solo he pasado antes de conocerte.-dijo el mirlo con sus ojos anegados en lágrimas.

– Pero todas las noches son iguales, siempre es la misma inútil discusión que no nos lleva a ninguna parte – le reprochó la pequeña polilla – debes ir aprendiendo que cuando amas a alguien es mejor dejarlo libre. Hasta ciertos humanos saben eso, los padres dejan libres a sus hijos, eso sí es amor. Lo tuyo y lo de tu dueño, es puro capricho: él no te deja ir porque teme que alguien más se de cuenta de tu belleza y se quede contigo, maldito y egoísta; y tú, tu capricho es aún peor, no temes que él encuentre a otro amigo como tu, sino, que temes que tú no puedas encontrar a nadie después de él.. Déjame ir, me quitas mi tiempo que es más valioso que el tuyo.

– Lamento haberte quitado todos estos días – dijo entre sollozos el mirlo – solo te pido una última cosa; regálame un abrazo, ya que no volveré a verte jamás, regálame la dicha de saber que seguirás siendo mi amiga aunque no vuelvas a visitarme, que seguirás siendo mi confidente aunque ya no me escuches; sé que me quieres, o no estarías aquí, como cada noche; y sabré que no dejas de quererme, y que no irás a buscar otro amigo para platicar, cuando me des ese abrazo que te pido.
El mirlo pensaba en ser libre, le dolía en el alma saber que su adorada amiga podría tener razón y que su dueño era un egoísta. Pensaba en ser libre pues así podría acompañarle para siempre.

– Un abrazo no te lo podrás quedar para siempre, es mejor dejar las cosas así, no te aferres, te vas a lastimar más porque sabes que tengo que irme – dijo la impasible polilla – sin embargo, si es lo que en verdad deseas, te lo daré para que ya no me molestes más.

La polilla se acercó y el mirlo en un rápido movimiento se la comió. Las estrellas seguían brillando y el joven seguía escribiendo mientras el mirlo lloraba su pérdida. –No hay que dejar que gente tan fría siga viviendo – pensaba el mirlo con una mezcla de horror y placer – cómo podía dejar que ella se vaya, la quería solo para mí, que definición tan absurda del amor tenía mi incorregible amiga ¿dejar libre lo que amas? Pobre, no sabía amar en lo absoluto.

El frío de la noche hacía temblar las manos del adolescente y la luz aún tenue dentro de su habitación le dificultaba ver lo que escribía. – Ella igual lo entenderá – pensaba, cuando amas a alguien sabes lo que piensa aunque no entiendas lo que dice o escribe. Oh! Que hermoso era el amor, y que suerte tenía él de haberlo encontrado. Hermosas ninfas sobre grandes nenúfares habían inspirado alguna vez su prosa; hoy era ella, su amada, quien movía sus manos y guiaba su corazón.

– Está terminada – dijo finalmente – la carta de mi amada está terminada, y esta noche la llevaré prendida en mi corazón y ella la leerá en un canto eterno, ¡Que digo esta noche! Esta y todas las que sigan al día de hoy. Miraba a su preciado amigo que disfrutaba comiendo un insecto cualquiera, y una ternura inmensa invadió su alma; cómo he podido tenerte encerrado tanto tiempo, sometido al infierno de privarte de tu libertad, has sido mi compañero muchos años, y me has visto llorar demasiados amores.
- Acabo de terminar mi carta mi amado compañero –dijo el adolescente- y esta noche he decidido dejarte libre para que vayas y se la entregues a la dueña de mi vida, después de este enorme favor te daré tu libertad, la que seguro has ansiado todas tus noches; te amo y no puedo aferrarte a mi, gracias por tu compañía y por tu empatía. Se acercó a la pequeña jaula y abrió la puerta, ofreciéndole la libertad a cambio del amor.

El joven miró largo tiempo al mirlo y descubrió en sus ojos una pena terrible y le pareció que lloraba - extraña manera tiene la vida de demostrarte el amor de seres inferiores – pensó - le ató luego la pequeña carta a su hermosa patita, le rogó que emprendiera el vuelo y que no descansara hasta dar con la razón de sus días, hasta encontrar a su amada.
– Qué tonto eres – pensó el ave de repente - yo nunca te dejaré solo, te amo. ¿Cómo puedes pensar si quiera que te dejaría solo un momento?, que vanidad que es para ti el amor, no volaré nunca más, me quedaré contigo para siempre, no me importa que tu amada jamás sepa tu dulce tormento. Te he visto llorar largas noches e interminables días, por esa, que ni siquiera sabe que existes, y si se ha dado cuenta te tu sufrimiento a optado por ignorarte. Siempre te has enamorado de imposibles, y el transcurrir de los años te ha curado las heridas del rechazo, esta no será una excepción.
Largas noches he pasado escuchando tus juramentos, tus promesas y tus sueños “me gustaría ser una estrella” me confesaste una vez, así la verías todas las noches, me dijiste; nunca serás una estrella y ella nunca sabrá de tu amor, eres mío y yo tuyo, y así será para siempre. No me pidas imposibles, no puedo dejarte.

El joven se encolerizó, había pasado más de una hora desde que abrió la puerta de la jaula del mirlo, y había pasado ese tiempo esperando que volara y se llevara consigo su carta, su confesión; esperaba que su ave lo librara del tormento de la incertidumbre y del miedo de llevar la carta por si mismo. Cogió al ave con una sola mano y se dirigió a la ventana profiriendo insultos y gritos. La lanzó por la ventana cerrándola después. El mirlo no conocía la libertad y más que todo, no la quería. Gritó toda la noche en la ventana de su amado, de su padre y hermano, de su madre y su novia. Miraba en el interior del pequeño cuarto a su dueño caminar incansablemente rogándole que se fuera. – ¡Tú sabes a quien amo! – le gritaba – ¡Y si no vas tú, iré yo personalmente y se la entregaré!, no me hagas esto amigo.

No me hagas decidir entre Uds., a ti te amo por haber sido mi perseverante compañía todos estos años, por haberme visto llorar y por haberme consolado cuando necesitaba tu empatía; y a ella la amo por que la amo.
El ave sentía tristeza por él, pero sabía que no lo abandonaría jamás.
– Eres igual que esa estúpida polilla– gritaba el mirlo –No hay que dejar que gente tan fría siga viviendo, recordó.

El viento fuera era terrible, y sintió deseos de volar a algún lugar más cálido.
Había olvidado cómo volar, había pasado tanto tiempo con su amado dueño que solo tenía vida para él, comía de su mano desde su más tierna edad, y vivía de su amor desde siempre, todo su futuro lo había planteado a su lado, y ahora se sentía desnudo, se sentía solo, sin él.
Se lanzó al abismo desde su ventana con una lágrima en la voz y cayó cuan pesado era sobre un rosal; las rosas suavizaron su caída y las espinas destrozaron su orgullo.

– ¡Se la llevaré yo! – gritó el adolescente. Y poco después el mirlo escuchó una detonación dentro del cuarto. Trepó por una enredadera que crecía bordeando la ventana, se asomó y vio a su tan amado amigo sentado en el frío suelo, apoyando su espalda en la pared con la mirada perdida y su cálida y roja sangre estropeando su hermoso cabello rizado.
El mirlo aprendió a volar con esa memoria que solo tiene la naturaleza, con sus pequeños huesos adoloridos pero con el dolor más grande dentro de su corazón. Con sus ojos arrasados en lágrimas pensaba – ¡Qué necio, qué tonto! – Enamorarse de la luna, ¿una carta?; alguna vez me dijo que quería ser estrella para estar siempre junto a ella.
Y mientras volaba llorando su triste pérdida pensaba que ojalá los muertos se transformaran en estrellas.