viernes, junio 22, 2007

Misantropía

Ella estaba asustada, tenía que aceptarlo; no todos los días se encontraba una noticia así en los diarios. Lo único que la alentaba un poco eran las caras de todos quienes la rodeaban, guardando sus distancias como era lógico, que estaban llenas de miedo; de un miedo más grande que el suyo. A esas horas de la noche, y regresando al valle, era común encontrar largas filas de pasajeros esperando ser pasajeros; sin embargo, y en vista de los acontecimientos recientes, solo había una columna de algo sí como diez personas cuando llegó. Era bastante obvio que muchos de los acostumbrados viajeros nocturnos decidieran optar por taxis, bicicletas, autos e incluso se rumoraba que había quienes, una vez debatido el tema con sus familiares y jefes, cambiaron sus residencias más cerca de sus lugares de trabajo o sus trabajos más cerca de sus residencias, para evitar los viajes a casa.
Uno, dos, tres, siete, once, doce… doce, era la número doce de la fila, si es que se podía llamar fila o columna a aquello de lo que estaba formando parte, por que, aunque se adivinaba un conato de hilera, cada uno de los que esperaban subir al bus estaban distanciados por, al menos, dos metros, lo que en situaciones normales, hubiera sido un paraíso para los acostumbrados a meterse entre los que esperaban paciente y educadamente su turno de subir las dos gradas hacia el interior de la buseta, en este momento no representaba peligro alguno, por lo menos no un peligro de ese tipo.
El bus estaba demorado, y mientras más gente llegaba a formarse a dos metros del último encolumnado, la impaciencia iba soltando la lengua de los que querían regresar a sus casas; como era habitual en estos casos, las primeras en opinar sobre “este terrible problema”, “este castigo de los cielos” fueron las señoras ya entradas en años, y se regocijaban internamente -de eso estaba segura- mientras salían de sus bocas los muy apropiados: “ya ni si quiera se puede viajar en bus tranquila”, o el ya muy repetido “a nosotras está bien que nos pase eso; pero a los niños, que están empezando a vivir”, y “si ayer nomás escuché que le había pasado a toda una familia, virgencita santa, en dónde terminará todo esto” y mientras entraban más en confianza todos intentaban murmurar, más bien, trataban de hacerse oír, gritando para imponerse a los dos metros de distancia obligatorios y al resto de las voces.
Ella seguía con atención cuantos diálogos se encontraba en el aire y se enteraba cada vez más el por qué del miedo tan generalizado: que no era la única que estaba bien informada, que mucha gente incluso había comprado el vídeo transmitido, ese mismo día en la tarde, para poder analizarlo bien y tomar todas las precauciones posibles para no ser una de las tantas víctimas, que en los últimos cinco días, llenaban los casilleros de las morgues.
La situación se tornó insostenible, muchos de los que estaban ahí formaditos, como en el colegio los lunes para cantar el himno, empezaron a desesperar, uno de ellos, un hombre mayor y, por lo que ocurrió, de muy pocas fuerzas después de un día de trabajo, se quedó dormido así como estaba; a ella le pareció muy gracioso un hombre de esa edad dormido en vertical y soltó una risita, que, literalmente, se desvaneció cuando luego de unos instantes el dormilón dio un par de pasos y calló sobre otro, sobre un doctor, se fijó ella, un hombre muy educado, pensó, y se equivocó, porque al sentir el cuerpo del otro sobre su propio cuerpo soltó una grosería totalmente desproporcionada con la imagen que proyectaba, dio un gran salto hacia la calle lleno de terror, y justo en ese momento apareció el bus tan anhelado, llevándoselo por delante y arrojándolo varios metros más allá, lejos de los que esperaban. El pobre hombre que había sido atropellado se había quebrado las dos piernas y mostraba el cráneo abierto en la frente, agonizaba, tal vez si alguien se hubiera acercado levantándolo del suelo y llevándolo a una clínica hubiera sobrevivido, pero el doctor estaba consciente de que nadie se iba a acercar, sabía que el momento de su muerte estaba ahí, cerró los ojos y murió.
El dormilón estaba totalmente mortificado, no supo lo que pasaba hasta que su cabeza dio contra la calzada y se despertó bruscamente, en el momento justo para ver al hombre arrollado y no pudo más que echarse a llorar, con una aflicción tan grande que ella quiso acercarse y abrazarlo, decirle que no era su culpa, que la vida es así, que tal vez era mejor, pero no lo hizo y no lo iba a hacer nadie, el miedo era de todos y todos eran del miedo.
El conductor del bus hizo una mueca cuando se inclinó hacia delante y miró el cuerpo ya exánime de ese pasajero, y pensó que ojala fuera el que buscaban; pero la suerte tiene cara de perro, rumió enseguida, ¿y si fuera ese?, no, no tenían tanta suerte, dijo en voz alta sin notarlo siquiera, mientras abría la malla que había hecho colocar hacía tres días, por temor a ser el próximo. Se fijó que subieran todos, lo cual era muy tedioso, ya que cada vez que subía uno, tenía que esperar unos segundos más de lo habitual para ver al próximo, debido a la ley de los dos metros; y se fijó también en que todos depositaran los veinticinco centavos en el túnel de plástico, adosado en la pared protectora, que desembocaba en una canastita a su lado. Solo cuando el espejo retrovisor sobre su cabeza le indicó que todos estaban sentados, arrancó, con mucho cuidado para no pasar sobre el cadáver del infeliz.
Toda esta escena la había dejado muy trastornada, la risita que soltó al ver al hombre durmiéndose de pie se transformó en una mueca tan tensionante que sentía los músculos de su cara contraídos, en lo que seguramente podían interpretar todos los que subieron con ella, como terror. Se sentó y puso su cartera en el asiento contiguo, este bus aún no quita los asientos de al lado se dijo, que peligro, la policía tiene que revisar este tipo de cosas, no puede arriesgarnos así, solo falta que, que, que empiece a subir más gente de la permitida; y se permitió un: “Dios no quiera”, aunque todo en su vida la hacia sentir como una consumada agnóstica.
¡No me toque!, ¡Aléjese de mi! Gritó una señora unos asientos más adelante, mientras un hombre se acercaba hacia ella con la mano abierta, en un gesto claramente amenazador, pese a no blandir ningún arma. Se escuchaba un ligero bisbiseo entre los que estaban sentados, un “hay que ayudarla” por ahí y un “por qué nadie hace algo” por allá, pero no se veía a nadie levantarse y evitar el robo. Este se había convertido en el modus operandi más reciente y efectivo de los ladrones de buses, jamás existió un método tan persuasivo para que la gente decente se desprendiera de sus pertenencias. Era mejor desprenderse de las cosas que desprenderse de la vida, era el pensamiento general.
Si, la están asaltando, siseo para sí misma, mientras abría el diario para releer la noticia del año, que ocupaba la página principal del principal diario del país. Ahora los ladrones no necesitaban un arma, solo el miedo. Era tan fácil como decir: si no me da su cartera la toco, si la toco se muere y si se muere igual acabaré llevándome su cartera, así que mejor conserve su vida. Ninguna de las víctimas de este tipo de fechoría se atrevían a dudar de sus asaltantes, porque la duda podría ser despejada a continuación con la muerte, y nadie estaba dispuesto a arriesgar tanto por un par de dólares.
El titular del diario rezaba simplemente: “La mano de Dios”, en seguida aparecía una foto que ocupaba gran parte de la página 1A, en donde estaba retratado el interior de un bus con la cuarta parte de sus pasajeros aparentemente dormidos en sus respectivos lugares, pero muy muertos, como explicaba la nota al pie. Según comentaba el artículo, desde hacía cinco días subía a los buses un extraño ser (“el chupa almas” lo denominaba uno de los diarios más vendidos en el país, y el más amarillista también). “Un alma enviada por dios para expiar nuestras culpas y preparar el terreno para la llegada del altísimo”, declaró el arzobispo.
Con solo rozar su piel (proseguía la noticia), o sus ropas, o solo sus manos, aún no lo sabían con certeza, te arrancaba el aliento de vida, extinguía tu luz, finiquitaba tu contrato con los vivos, te mataba. Lo más terrible es que nadie sabía como era, si era humano, si era alguien, o algo, o un gas; lo que si se sabía es que, desde que la noticia hizo su aparición, más del noventa por ciento de los habituales viajeros de los buses dejaron de ser habituales. Los buseteros equiparon sus transportes con ingeniosos sistemas para no tener que tocar a nadie y la gente mantenía las distancias, cada vez más grandes, entre… entre todos.
Bajó la mirada recorriendo toda la noticia, letra por letra, y se descubrió pronto en la última página, en donde aparecía un estudio de varios expertos, filósofos, teólogos, médicos y hasta ufólogos, en el cual se exponían teorías acerca de lo que estaba pasando. Había dos, entre todas, que llamaban su atención sobremanera: una de ellas era escrita por un metafísico reconocido, y por reconocido extranjero y por extranjero bueno en su rama; y la otra era redactada por un filósofo que era además médico de profesión, y ambas explicaciones llenaban ampliamente sus expectativas, que no eran muchas, pues con solo haber leído en algún diario: “es una enfermedad”, hubiera sido suficiente y habría aceptado esa como única explicación; sin embargo, ampliamente desarrolladas, como debe ser, las dos teorías se enraizaban en una sola base: en explicar los por qués.
El metafísico abordaba la situación preguntándose el por qué existía un ente de esta jaez, su respuesta era aparentemente sencilla: lo que tenemos en nuestras manos toma el calificativo de “regulador de densidad poblacional” lo que en su tiempo fueron las dos guerras mundiales y lo que es la muerte por desnutrición en muchos países actualmente. Las diversas manifestaciones del ser no son solo grupales sino también individuales, cuando las fuerzas que rigen este planeta encuentran desequilibrios de este género, nacen entes o grupos encargados de disciplinar el normal desenvolvimiento de la raza humana. Una vez resuelto este porqué, se planteaba luego una hipótesis sobre la manera de actuar del asesino y otra sobre cuándo detendría su ataque: Su manera de actuar, por las noches, no hace más que remarcar su carácter místico y oculto, no es alguien o algo que podamos ver o reconocer, es simplemente
una manifestación incorpórea del equilibrio que busca el universo, una vez zanjado el
problema, en el tiempo que se ha predispuesto la naturaleza, las muertes se detendrán. Esto último le sonaba a ella demasiado optimista para su gusto.
El filósofo-médico embestía, en cambio, a la historia y a las fábulas de la Biblia, entrevistaba con una amplia visión a un teólogo sobre los por qués de los poderes de JESÚS y luego desarrollaba una conjetura, llena de una ciencia ficción admirable: Existe una condición psicológica conocida como misantropía, la cual se define como la aversión al trato humano. De esta condición derivan dos afecciones que en sus etapas de madurez afectan de una manera física al cerebro alcanzando dimensiones impresionantes; una de estas es la más conocida por el mundo moderno: Jesús de Nazareth sufría del VSE “Vital Syndrome Expansion” se trata de un delirio mental que provoca al paciente la absoluta seguridad de que tiene, por tratar de describirlo de alguna manera, demasiada vida y en casos extremos como el que se relata en forma de cuento en la Biblia, lleva al individuo a compartir esa fuerza vital y, literalmente, dar vida a los muertos. La segunda enfermedad que emprende mi estudio (el MSE “Mortal Syndrome Expansion), diametralmente opuesta a la descrita líneas arriba, es la amplificación física y cerebral de la misantropía, el que padece de esta afección se cree tan firmemente falto de fuerza vital que debe robar vidas y su cuerpo lo manifiesta hurtando el alma de sus víctimas. finalmente relacionaba y cotejaba la vida y los poderes del hijo de dios con el homicida al que había bautizado como SUSEJ, para crear una contraparte teórica no solamente moral sino también gramatical.
Mientras leía las últimas líneas del diario, se levantó un joven de los asientos de adelante gritando ¡Soy yo! ¡Soy yo! ¡Yo soy SUSEJ! Y con los hechos acompañando las acciones tocó a otro joven que viajaba sentado delante de él, matándolo al instante. El pánico cundió en todos. La gente gritaba y trataba de salir del bus, que aceleraba estúpidamente como queriendo escapar del asesino. Ella se quedó petrificada en su asiento y apunto de levantarse y lanzarse por la ventana, vio que el joven supuestamente muerto se retorcía de la risa.
¡Es mentira! -gritó ella tratando de hacerse oír sobre los gritos- ¡Es una maldita broma! –pero era ya muy tarde, el vehículo se ladeó en una curva y la inercia del movimiento lo volcó sobre sí mismo. La conciencia la abandonó luego de la segunda vuelta de campana que describió el bus.
La despertó un concentrado olor a sangre y el constante pero lejano ulular de las sirenas de las ambulancias. Abrió los ojos y vio la cabeza de uno de los muchachos bromistas cerca de la suya, quiso acercarse y ayudarlo a levantarse, pero al aproximarse vio que solo era la cabeza, retrocedió horrorizada y vomitó. Luego de haber ordenado sus ideas y recuerdos se levantó y pensó que era un milagro estar viva, el bus estaba sobre uno de sus costados y calculaba que a unos cincuenta metros del derrape original. Pensó que era la única sobreviviente cuando muchos quejidos empezaron a materializarse en el aire, no era la única viva, pero sí la única en pie, todos los que aún podían articular una palabra estaban aplastados a sus asientos por el techo y era imposible que salieran solos. Ella se acercó y se dio cuenta que la mayoría tenían heridas muy graves, sintió una mano en su hombro y vio que era el otro joven de la broma, llorando, pero completo.
Las ambulancias y los policías llegaron cuando todos los heridos estaban sobre la calle, incluso gran parte de los muertos fueron sacados por una pareja de chicos, “aparentemente sanos y salvos” acotó un camillero.
Sin embargo, todos los rescatados, antes de ser subidos a las ambulancias, con grandes esfuerzos porque nadie quería tocar a nadie, murieron; incluso uno de los jóvenes que era presumiblemente el que provocó el accidente, y que luego ayudó a sacar los cuerpos, estaba muerto, “debió tener derrames internos”, dijo el mismo camillero de momentos antes, y mientras acababa de verter su opinión profesional, todas las armas de los policías apuntaban a una chica que, sentada en el pavimento, lloraba amargamente.

11 comentarios:

Alguien dijo...

Misantropía... Buen tema, complejo pero muy bueno... de hecho estaba pensando en ese mismo tema para mi nuevo escrito... aunque muy distinto, como siempre muy bueno... un poco confuso en ciertas partes, un poco predecible al final, pero muy bueno, como siempre un gusto leerte, ya te llamare amigo para lo del banner, suerte.

Unknown dijo...

Esto demuestra que Dorian puede escribir, más allá del sexo :-)

El Cuento interesante, un poco pasado de líneas, y confuso por partes. Pero Interesante

Bichito dijo...

Un tema sumamente interesante, como ya lo dijeron un poco confuso en ciertas partes... pero como siempre un gusto leerlo
saludos!

Pastv dijo...

Lo que no saben es que dorian estaba pasado de tragos el dia que escribio este cuento. No huelen acaso el tufo a alcohol en las partes retorcidas y confusas...

|_Bonny_| dijo...

Bizarro. Original. Complicado. Así me gusta. Me divierto leyendote. Te admiro.

JG Chancay dijo...

ALICE:
estos día estoy confuso, predecible y no tan bueno, dos de tres no está mal amigo... ya nos hemos de reunir a echarle cabeza a tu blog, un abrazo

MASHU:
Forcé el cuento a ser más largo, no sé qué quería probarme, pero salió medio bien... vamos aprendiendo

ZILAH:
Un gusto tenerla por acá compartiendo lineas de pensamiento y comentarios, vuelva pronto que tengo más cuentos en la guantera, en realidad tengo como tres más ya escritos pero no he tenido tiempo de publicar, terrible

PASTV:
Espero escribir mejor luego de la venida de nuestro amigo delgadillo, no voy a poder dormir hasta el 16 de agosto

BONNY:
Me admira que me admires, en realidad tu coment me saca de foco y seguramente mashu y pastv me darán leña por él, en todo caso, me honrras con tus palabras, ya te he de ir a leer, y regresa pronto

SIGAN ECRIBIENDO
desde la orilla de mis cuentos

Anónimo dijo...

Muy interesante, algo bizarro, pero me gustó mucho.

Alguien dijo...

Avisatecuando ve!!! a ver si nos vemos mañana por la tarde amigo, ya lo volvi a leer, y la verdad solo necesitas ponerle un poco más de atencion, esta bueno loco, gusto mucho!

Unknown dijo...

La plena mi pana que a los tiempos que te leía y saliste con esta excelelente composición del asesino silente.
Lo capté bastante bien, te comento, y me mantuvo pegado hasta el final.
Ahora, yo hubiera sugerido que lo que se llevava SUSEJ fuera la energía vital propia más que el alma.
Bueno pues hermano, espero vuelvas a escribir y me devuelvas la visita.
Tofu-sensei

Kim dijo...

Ohh lo lei hace un monton y crei que habia comentado pero veo que me olvide jeje
Muy bueno, como siempre y esperando lo que tiene en la guantera (los cuentos, obvio... malpensados)
Saludos

bog_art dijo...

Me gustó la idea, me gustó el concepto, y la manera en que llevaste el cuento.. ahora vienen los peros: creo que cerraste muy rápido el cuento, y no le diste la ficción que necesitaba el personaje principal al final.. aeemás la escena del atropellamiento me suena un poco a "extra".. sin embargo el cuento me atrapó y me dejó pidiendo más..