jueves, septiembre 29, 2005

Morir de ti.

No quiero hablar… solo llorar. ¿Por qué será que una sola lágrima puede agitar el alma, y un torrente de ellas puede apaciguarla?
Quiero llorarte más, para que mi egoísta alma se apacigüe un poco. Pero no, es una lágrima solitaria la que cae por mi mejilla, y agita mi alma. Me trae tus recuerdos y me castiga porque aún el recuerdo de hermosos tiempos está siempre matizado con la tortura del nunca más; por algo se llaman recuerdos.
La nostalgia me lleva a tomar decisiones que no se pueden deshacer; y me lío con extraños sueños. Y despierto aquí, al borde de esta silla, a un metro del suelo, preguntándome si lo que provoca la muerte es la asfixia o el maléfico pero dulce sonido que produce un cuello al romperse, ese crujido, como de hojas secas. Y mirando el cuchillo que dejé en la mesa me pregunto si fallaré y solo quedaré con esa extraña marca que tienen los suicidas cobardes, como un collar morado alrededor de su cuello. “Cobarde hasta para matarte” -dirías.
El cuchillo es más seguro, pero más doloroso. Tiene que doler cortarte, no importa en que parte del cuerpo.
¿Y las pastillas?, no gracias. He visto el extra, sé que los que fallan ahí, quedan mal de la cabeza, y no es que esté muy bien ahora.
Los buenos suicidas escogen siempre un arma, yo escogí una soga, que también es un arma.
¿Y el móvil? El del suicida poético, claro está, una mujer.
Siempre existe un margen de error, creo por ese lado que debería estar más alto, unos dos metros talvez, y dejar más cuerda… si, más cuerda es la solución.

Muy bien, ya estoy acá de nuevo, más alto y con más cuerda, seguro me romperá el cuello, mejor, así no sufriré tanto. ¿Y la carta? Dios mío, aún no sé si escribirla o no, sería una mortificación extra para ti. Es una buena idea. Si ya me muero, de una vez arruino tu vida ¿no?, por lo menos me merezco esa pequeña y cruel alegría antes de irme.

Bien, lista la carta, para que la encuentres tú, o los policías que me descuelguen, en el bolsillo de mi pantalón. Odiaré el tono morado o azul con el que me encontrarán, no es nada estético ver a alguien sin sangre en la cabeza.
¿En qué estoy pensando? ¿Cuál buen suicida poético no ha tenido una foto de su amada en la mano al momento de ser encontrado?, se notará que no tengo experiencia en esto y me verán como un suicida cualquiera. ¡Qué vergüenza!

A ver, pensemos bien qué se nos olvida antes de volvernos a subir a la sillita, no quiero fatigarme en un momento tan importante. Ya tengo la foto, la cuerda está bien, la altura perfecta, la carta desgarradoramente nostálgica, la música con nuestra canción… creo que lo tengo todo. Muy bien, volvamos a subirnos, ya no creo que falte algo.
¿Listo?, allá voy….

¿Y si mañana nadie me encuentra?, no es que tenga muchos amigos. ¿Y si nunca te dan la carta, para no mortificarte más? ¿Y si mienten y dicen que me atropelló un carro o algo así?
Maldición, ¿Y si no me extrañas?... ¿Y si todavía me amas?... ¿Y si solo estás esperando que te llame para perdonarme? No me perdonaría, ni te perdonaría a ti si el día en que esté siendo velado te acercaras al ataúd a decirme, “Te amaba, siempre quise perdonarte, no podré vivir sin ti”. No, no me lo perdonaría.
Una oportunidad más, la vida no puede ser tan mala, sé que volveremos a estar juntos, siempre hemos podido… si, si, siempre he sido un cobarde, no puedo matarme; peor aún sabiendo que te amaría aunque muerto.

El timbre en la puerta… ¿Quién será?... ¡Momento!... ¡Eres tú!... ¡Te escucho mi amor!...

Maldita sillita…. ¡¡no te muevas!!... maldita sillita ¡¡no te caigas!!!... mald…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Un cuento de una paranoia normal propia de un trastornardo o afectado por el amor de una mujer. diría: "patético" pero es normal yo lo he vivido. Y creo q solo llegas a ese estado cuando realmente estas enamorado. No me he tratado de matar. Pero es ahi cuando la paranoia del momento que se vive se puede guiar a reacciones mejores. Es decir tienes toda esa experiencia individual de un cuadro como el suicidio.

Monky tu lo escribes... y lo haces cague de risa. Otros lo transformamos en laburo y otros como Dali lo transforman en cuadros. Cada loco con su tema y ojala que todos los locos alguna nos juntemos y hagamos mejor este puto mundo.

Anónimo dijo...

Más allá de los hechos, es un cuento contundente. Patético, sombrío, pero contundente. Creo que logras hacer sentir esa sensación de desesperación, y el final es genial. No dejes de escribir.

Pastv dijo...

momentos oscuros... los tenemos todos... manejarlas y escribirlas claro, es lo que se nos hace difícl,tu lo logras, creo que el arte te ha llevado a manejar la técnica del claro oscuro en la narración... buena mezcla...
sigamos matando a los personajes...

Anónimo dijo...

Me impresionó mucho el alcance de tus pensamientos plasmados en un cuento que descifra, la tortura y no el alma maravillosa del autor. Así como lograste describir la muerte por suicidio lograrás también paz, amor verdadero en tu corazón y dentro de poco leeré otro cuento que de “ Vida a la Vida “.
El que la vida muela a un hombre, o lo pula, depende del material de que está hecho.

Onix.

Anónimo dijo...

Uf!...que malo tu cuento. Es un dramón donde aparecen todos lugares comunes de la novela rosa; Lágrimas, corazón, cuchillos, suicidio y crueldad gratuita (hacia los lectores sobre todo)...no digo que no puedas mejorar, pero por ahora te falta un kilo.

Un saludo