viernes, febrero 20, 2009

Siempre Ana

Y ahí estaba su piel y yo preguntándome, ahora no recuerdo si en voz alta o para mi mismo, cómo podría describirla sin que pareciera papel, o cielo o nubes, o alguna común alegoría de amantes desentendidos. Y ahí estaba ella, y en sus ojos estaban todas, respondiéndome con una sonrisa a la pregunta que ahora me doy cuenta que hice. Las sábanas pegadas al cuerpo y su mirada mientras mis ojos buscaban el blanco del cielo raso y en qué piensas, pienso en cómo describir tu piel. Y su sonrisa. El ver su cuerpo perfecto y desnudo mientras buscaba su ropa interior y toda la parafernalia que acompañaba sus movimientos me devolvieron un poco a la realidad de que no fuera ella. Viéndola arrimarse la sábana que se ceñía como un vestido de rayas a su cuerpo, con ese pudor absurdo de guardar sus pechos y su pubis a mis ojos, viéndola caminar despacio, descubriendo, como quien no lo planea, uno de sus hombros y el inicio de su seno y el pezón que se erguía reclamándome, luego la luz amarilla del foco y ella desapareciendo dejando tras de sí esa línea horizontal bajo la puerta, no pude evitar compararla con Ana, con su falta de sexualidad casi infantil, con su papel higiénico en el velador y luego su mano limpiándose el vientre en el medio de la cama, limpiando todo el semen que pudiera haber manchado su colchón, no pude evitar comparar ese momento tan diferente luego del sexo, con ella no había caminatas sensuales rumbo al baño, sino ese acostumbrado silencio adornado con los mediocres suspiros afterparty, la caminata se convertía en un acompáñame y perdamos la magia, en un tengo que lavarme abre la ducha. Y sin embargo.
Ahora yo esperando a esa otra mujer desaparecida bajo un halo de luz amarillo, a esa otra mujer que minutos antes se había dormido sobre mi pecho sin importarle sus fluidos ni los míos, sin importarle el sudor ni el calor de mi cuerpo que debía parecer un horno, y yo sin poder evitar las comparaciones. No me toques que estás sudado o muy caliente o primero voy a al ducha o durmamos un poco. Esas malditas comparaciones porque maldita sea si la amaba tanto porqué hoy con otra y mañana con otra y pasado con otra, y la respuesta casi inmediata de un subconsciente cada vez más consciente, es que esta sí pero ella no, es que la de mañana me hace esto y ella no, es que la del jueves es más permisiva y ella no, y es que todas esas días de la semana se presentaban frente a mi sin ningún tipo de egoísmo, sin ese egoísmo para con ellas mismas por que por dios que buscaban complacerse, pero a mi también, a mi también querían complacerme, antes durante o después de ellas haber alcanzado lo inalcanzable. Y entonces el amor. Yo no amaba a ninguna, aunque ellas parecían siempre amarme, o tal vez era yo confundiendo esa entrega absoluta sin miramientos ni remordimientos, tratando de ponerle un nombre a ese ir y venir indistinto de sus cuerpos desnudos. La puerta abriéndose y en mis ojos uno de esos cuerpos, esos ojos grandes que antes y ahora y después me verían con deseo, la domingo tumbándose a mi lado y yo abrazándola, imaginando que sus pechos eran de ella, imaginando que su boca era esa ya tan conocida, cerrando los ojos e imaginándola conmigo, imaginando que su nombre era siempre Ana. Luego la ropa, un hasta pronto, llámame en plenilunio, la lluvia fuera en un día que prometía ser eterno, la llegada a mi apartamento, el escribir un nuevo cuento porque el cierre de la edición estaba cerca, inventarme entonces que no me iba nunca de la casa de mi amante de domingo por que ella me conservaba como un esclavo sexual, con ese gran grillete en el cuello, ese pesado grillete que acababa matándome cuatro páginas después, el nombre de la protagonista que llevaría a mis lectores hasta el final, nunca el nombre de la de turno sino el de Ana, porque rítmicamente funcionaba, porque luego era cuestión de reemplazarlo por otro que tuviera un tono parecido y porque la amaba, aunque ya nunca me hacía el desayuno, aunque la rutina se había apoderado de mi vida, aunque sobre esa pequeña línea que separaba al sexo del amor se mecía todo el desamor y el descuido que caben en diez años, era siempre su nombre, pero ella ya no pasaba en casa, como hoy.
La impresora con su ruido devolviéndome a la realidad de haber terminado de escribir, las páginas llenas de tinta y de historias absurdas y yo rogando que esta vez ella leyera el libro, que encontrara las coincidencias, descifrara los parecidos, uniera con cabos esas pequeñas fronteras que separaban mi realidad de mis cuentos; otra vez yo esperando que ella completara un rompecabezas sin la foto de la caja y otra vez Ana ignorando las piezas.
La media mañana y los cigarrillos, el medio día y el almuerzo, la media tarde y yo caminando hacia el centro, escapando al menos un poco de tener que estar en casa esperando a la ausente que como todas las noches dormiría fuera, dormiría con él seguramente, con ese yo que no fui yo, pero que pude haber sido; también ella tenía derecho a tener sus amantes porque si a mi me faltaba esa chispa de sadismo y lujuria que me brindaban otras, a ella le faltaba un poco lo mismo, le faltaba que cuando dijera más despacio le taparan la boca y la penetraran con fuerza sin importarles nada, a ella le faltaba el tufo de alcohol, el olor a imbécil que en mí jamás iba a encontrar, necesitaba a alguien que no la amara, a alguien que no representara el peligro del hasta que la muerte los separe, el peligro del enamoramiento; así que yo se lo permitía. Y no era algo que me costara mucho, los celos estaban muertos hacía tiempo.
Entonces la vi cruzando la calle, con su amante y mis pies yendo por el mismo camino, siguiéndola sin acercarme demasiado, dejándola doblar todas las esquinas, adelantarse a todos los semáforos, dejándola besarse largamente frente a un portal y bajo un paraguas, empapándome bajo la lluvia para luego acercarme torpemente y tocarla en el hombro esperando la mirada de reconocimiento que no tardó en llegar, la sorpresa en sus ojos, su hermosa sonrisa, un libro saliendo de su bolso y yo estampando mi firma en una foto de portada para mí tan conocida, autografiando con mi nombre una pasta blanda para una perfecta extraña. Luego el café en el café más cercano, la palabrería absurda del cómo nacían las ideas para los cuentos, la seguridad de que ella aparecería en alguno, muy pronto. La noche y el agua aún sobre nosotros; fue amable y me acompañó al apartamento con el paraguas antes compartido con el que me había asegurado era sólo su amigo; sus ojos tan de Ana y su boca tan parecida la llevaron a mi cama, me excusé del desorden como si fuera un chiquillo, nos desnudamos lentamente disfrutando cada prenda que caía fuera o dentro del colchón, y al ver sus pechos liberados del sujetador, el descubrimiento casi automático de los senos de Ana, el color de la piel, las pecas en la nariz, esos hombros menuditos y la alfombra casi transparente de vellos oscuros que cubrían toda su espalda y su vientre, era ella casi o totalmente, la una fundida en la otra con la misma sonrisa infantil pero con el matiz de la lujuria en la mirada, con la boca llena de deseo queriendo ser llenada por mí, el vaivén de su cabeza bajo mi ombligo, el movimiento rítmico y acompasado del que inventa algo nuevo con cuidado y entonces no era, pero luego limpiándose con el envés de la mano la saliva que mojaba la comisura de sus labios y trepando por mi pecho hasta llegar a mi boca y plantarme un beso, y entonces sí era.
A la madrugada era de nuevo la amante de turno abrazada a mi sin importarle nada, la del lunes, la del martes, la del continuo ir y venir de los días; sólo que esa noche no la quería durmiendo conmigo, me levanté en silencio y llamé un taxi, veinte minutos y contando, entré a mi cuarto y encendí la luz buscando despertarla, cuando se dio la vuelta ya no vi a la desconocida del paraguas en el centro, sino a mi mujer, idéntica, volteada sobre el colchón con el torso medio desnudo; porqué tenía que parecerse tanto. -Vete ,que puede llegar mi esposa- le dije cerrando los ojos para no verla tanto -¿Tu esposa?- Preguntó ella confundida y aún dormida, -leí sobre ella, sí, pero- Le dije de nuevo que se fuera y ella seguía con la misma mirada de perplejidad, balbuceando palabras a medias, entonces me acerqué y la abracé, le dije que se tranquilizara, no era su culpa a fin de cuentas, todo estaría bien, yo sabía que me engañaba, sabía de sus salidas con otro, sabía que se había aburrido de mi y de que fuera tan bueno, tan dulce y tan condescendiente con ella. Aún notaba el sueño en sus ojos y se los besé, luego besé su cuello -espera, no entiendo- aparté las sábanas y quedó desnuda; el mismo cuerpo, la misma hora, su mismo miedo -tengo que irme, déjame ir por favor- y yo diciéndole ahora que no se fuera que esta vez no tendría excusas, que yo iba a ser el que le tapara la boca y la penetrara con fuerza sin importarle nada, el del tufo alcoholizado, el del olor a imbécil -estás loco, ¡déjame ir!- Y lloraba -¡déjame ir, te lo ruego!- pero a mi no me importaba que llorara y, como un inmenso deja vú, la violé mientras el claxon del taxi sonaba intermitentemente, le tapé la boca como el día en que se fue, la penetré con violencia, le grité mil veces que debía haber sido más caliente, más entregada, más sexual, porque así yo no hubiera tenido que buscar otras mujeres; y, mientras sentía la languidez de sus músculos bajo mi cuerpo, terminé dentro de ella y descubrí en su mirada, ahora congelada en un punto indefinido, lo mismo que descubrí la noche en que se fue: estaba solo. Cargué con el cuerpo de nuevo, lo quebré con cuidado hasta que cupo en nuestra maleta grande de viaje, aquella en la que Ana viajó sola la última vez, y la metí en la caja del ascensor, luego el carro, el viaje a las afueras, la pala, la tierra, y un regreso bajo la lluvia rumbo a casa, a esperar la llegada de Ana.

4 comentarios:

Ms. Davis dijo...

que les pasa a todos ultimamente con los amantes inolvidables?? XD

me encanta como das los vuelcos al final, pero por alguna razon este escrito me parecio un poco mas predecible que el resto, de todas formas, simpre es un placer leerte

Tm dijo...

un cuentito para amenizar la noche... o madrugada... lo que sea.
Este esta especialmente bueno para soñar hoy.

ya te he dicho que me encanta leerte...

bueno... esperare el siguiente =P

pasa bonito

PACHI dijo...

hola amigo dorian... amigo a la distancia... yo diria que este tipo de amistad en algunos casos es mejor que la diaria y fisicamente aburrida aveces... tiene algo de encanto ser amigos a la disnacia.. voy al grano..
me parece formidable como escribes, como te desenvuelves en el arte de encontrar palabras muchas veces inexistentes o desconocidas para plsmarlas en un papel y darles un significado digamos particular, para evitar escribir mas de lo mismo... sigue asi amigo.. te aprecio..

Unknown dijo...

haber si intercambiamos links, ahi me confirmas con todo!!!

Avisame cualquier novedad.

Un abrazo.